sábado, 26 de agosto de 2017

Aiueno (2017 bis)


 De nuevo aprovecho que retomo el blog con entradas nuevas para recuperar del olvido un post antiguo. Esta era nuestra segunda visita (aquí se puede ver la primera) a este restaurante japonés, de los creadores del Can Kenji, y situado en la acera de enfrente, y en esta ocasión fuimos 4 comensales.

 Aunque también pedimos agua y alguna que otra cerveza, nos bebimos una botella de este vino blanco alemán, elaborado con uvas de la variedad riesling y que nos gustó mucho. Buen vino.

 Para empezar pedimos el paté de caballa, exquisito y escaso, ya que su tamaño es exiguo, aunque se podía imaginar por el precio. En cualquier caso fue un magnifico aperitivo.

 Seguimos con la ensalada de tataki de atún, un plato que ya conocíamos de nuestra anterior visita, y que, siendo sencillo, nos volvió a gustar mucho.

 Probamos las albóndigas de tofu y alga hijiki en caldo dashi, a las que personalmente no les encontré la gracia, pero es que el tofu y yo no nos llevamos nada bien. Para mí lo mejor fue el caldo dashi.

 Seguimos con el karaage de caballa, que tal vez fue el plato más flojo de los que probamos. La técnica del karaage es similar a la de la tempura, aunque con un rebozado más ligero.

 Los shumai de langostino, cerdo y vieira al vapor ya los habíamos probado, y siguen estando tan estupendos como la vez anterior, tanto que si me descuido fotografío el plato vacío. Platazo.

 Tres cuartos de lo mismo pasó con los falsos canelones crujiente de ceps, que cuando quise hacer la foto ya solo quedaban los restos. En todo caso, tanto este plato como el anterior, se pueden ver en el post de nuestra primera visita.

 Como esta vez tenía un par de cómplices carnívoros pedimos este muslo de pollo al vapor en vinagreta de miso picante, que tampoco es que picase demasiado, aunque el pollo estaba de lo más sabroso.

 También probamos la presa ibérica en salsa de reducción de Oporto, un plato nada japonés pero que estuvo muy rico, bien la carne y mejor la salsa de Oporto, y perfectamente acompañados por el puré de patata con tirabeques.

 Por último antes del sushi, recuperamos un plato que ya habíamos probado en la casa madre, Can Kenji, como es la tempura de setas y verduras, estupenda como siempre. 

 De un tiempo a esta parte obviamos los surtidos de sushi que ofrecen los restaurantes y, si es posible, nos hacemos uno a medida pidiendo los niguiris que más nos gustan a cada uno de nosotros. En una primera entrega llegaron los niguiris de gamba, calamar y ventresca de atún (toro).

 Y en una segunda tabla llegaron los niguiris de anguila. Tanto estos como los anteriores nos gustaron mucho y nos parecieron de gran nivel, dejando evidente que las ganas de innovar y de buscar nuevos platos no están reñidas con bordar las elaboraciones más clásicas, más bien al contrario.

 No solemos pedir postres en los restaurantes japoneses, pero supongo que estábamos tan a gusto que quisimos alargar la velada y pedimos uno cada uno para hacer una especie de degustación. Ya avanzo que nos gustaron todos bastante, dejando en mal lugar nuestros (más que infundados) prejuicios contra la repostería nipona. El brownie de jengibre estaba bueno, pero un adicto al jengibre como yo, echó en falta un poco más de tan apreciado rizoma.

 Los carquiñolis de matcha (té verde) y umeshu estaban mejor que lo que nuestros atrofiados cerebros se atrevieron a vaticinar, en otra acertada fusión catalano-nipona, de las que tan acostumbrados nos tienen en esta casa.

 Otro ejemplo de lo comentado es este pastel de queso con miso y mousse de edamame, muy rico.

 Y por último algo tan poco japonés como una tabla de quesos con membrillo, aunque creo recordar que éste último era de melocotón, por hacerlo diferente supongo.

 Para terminar pedimos unos cafés con hielo, y nos los sirvieron de esta guisa.

 Al final el darse un homenaje como este que nos dimos tiene un precio, y en este caso la cuenta subió hasta los 36,50€ por cabeza, algo más de lo habitual, pero es que pedimos mucha comida, un vino decente y, encima y además, postres, con lo que es lo que cabía esperar. Resumiendo se trata de un muy buen restaurante japonés, nada clásico ya que combina elementos de cocina catalana a un precio más que adecuado.

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 Actualización:

 Hemos vuelto de nuevo a este restaurante en marzo de 2018 y nos hemos encontramos con la sorpresa, no del todo agradable, que la carta había sufrido una remodelación bastante radical, y en la que cuesta encontrar platos ya conocidos (y en algunos casos poco menos que alabados por nosotros). Evidentemente hay una cara positiva, y es una buena cantidad de nuevas propuestas que descubrir, pero en esa primera visita tras el cambio, nos pesó más la desilusión por la pérdida de viejos conocidos que la alegría de los nuevos descubrimientos. Tendremos que volver para retomar antiguas sensaciones.
 Os dejo la nueva carta, que posiblemente ya esté algo obsoleta, por lo que siempre se puede consultar la actual en la página web del restaurante.


Aiueno
http://aiueno.com/
c/ Rosselló 296
08037 Barcelona
93 328 37 11 (hay que reservar o tener mucha suerte)
De Lunes a Sábado de 13 a 15:30 h y de 20:30 a 23:30 h