viernes, 21 de mayo de 2021

Topik (2021)



 De nuevo llegaba esa época del año en que celebramos nuestros cumpleaños, y decidimos volver a uno de nuestros restaurantes favoritos, pero al que hacía mucho tiempo que no íbamos, el Topik de Adelf Morales. En plena pandemia, con la restauración con horarios y condiciones cambiantes cada semana, conseguimos reservar una mesa en la terraza que les han dejado poner en la acera, no demasiado ancha.

 La última vez que habíamos ido, disfrutamos como enanos con el menú degustación que tenían, y tras la comprobación preventiva en su página web, estábamos dispuestos a intentar repetir tan grata experiencia. La sorpresa fue, que una vez sentados en nuestra mesa y leyendo la carta, no hallamos ni rastro de dicha opción de menú degustación, y preguntamos por ella a nuestra solicita camarera. Ésta nos dijo que no existía esa posibilidad (supongo que cosas de la pandemia), pero que iba a preguntar a cocina que se podía hacer. Al volver nos informó que el chef nos podía hacer un menú especial al precio de 55€ por persona, compuesto de 7 tapas, un arroz y 2 postres. Era más caro que el menú degustación que anunciaban en su web, pero como conocemos la excelencia del chef, decidimos aceptar la propuesta, no sin antes encaminar un poco la oferta de platillos, ya que, por ejemplo, no somos nada amantes de las ostras, y sabemos que es una de las especialidades del restaurante.

Para beber empezamos por un par de copas de vino blanco, una de albariño y otra de verdejo.


 La mesa está elegantemente dispuesta, con una vajilla preciosa.

Empezamos con un plato de pescado crudo o casi, era hamachi, un pescado bastante utilizado en barras de sushi japonesas, que se traduce como seriola y creo que también como pez limón, venía acompañado con setas y una magnífica salsa holandesa. Lo que se ve en la imagen era la ración para compartir entre dos, y se nos hizo un poco corta, lo que tristemente fue demasiado habitual esa noche.

Seguimos con la hurta a la donostiarra, otro plato de pescado, en esta ocasión de una variedad desconocida por completo para nosotros. Otro buen platillo que hubiéramos deseado fuese más grande.

A continuación llegaron dos croquetas (en la foto ya solo queda una) de pato pekin, coronadas con pepino. Espectaculares, para comer a docenas.

Otro plato que se quedó muy, muy corto en la cantidad, fue este calamar con salsa holandesa y menta. Unas tiras sabrosísimas de clamar crudo (o prácticamente) bien acompañadas por la salsa, que repetía aparición en el menú.

Dejamos los platos blancos minimalistas para retomar la vajilla decorada y degustar los guisantes, con colmenillas, ceps y espardenya. Otro platazo de muy buenos productos fabulosamente tratados. El jugo del fondo era para tomarlo con cuchara, mojar pan como unos tontos o hasta para relamer el plato. Nosotros decidimos tomar la opción intermedia y pedimos más pan.

Se me había terminado el vino, y por probar uno nuevo, pedí una copa de un vino blanco de la Terra Alta, hecho con garnacha blanca. En mi línea habitual, y dado mi nulo conocimiento en el campo enológico, solo comentar que me gustó, pero es que también es verdad que me suelen gustar todos.

Volvimos a disfrutar la vena nipona del chef con los dimsun de liebre con berberechos, en otro gran plato que hubiese merecido más de un dumpling por persona. Tanto la masa de la empanadilla como el relleno estaban de diez, pero de nuevo a destacar el estupendo jugo del fondo.

La última de las tapas fueron los pulpitos con setas, en un plato que no estaba mal, pero que nos gustó menos que los anteriores. Eso sí, de nuevo un magnífico jugo del que dimos buena cuenta con más pan.

Como colofón de la parte salada del menú, llegó el arroz de erizo y ortiguillas, en esta ocasión en una ración bastante grande, tanto que mi pareja no consiguió terminar su parte y yo no me vi con fuerzas ni ganas de ayudarle a apurar su plato. El arroz estaba tan sabroso y suculento como siempre, pero se nos hizo algo pesado tras una sucesión de platos más bien diminutos.

El primer postre fue el borracho con crema de mascarpone y frutos rojos, que fue el preferido por mi pareja.

A mí en cambio me gustó más la torrija con helado de yogur.

La cuenta final refleja los dos menús a 55€ por persona, más las tres copas de vino, una botella de agua y los habituales cafés con hielo para terminar.  

 Tal vez nos pareció un poco caro en comparación con otras veces, pero también es verdad que ya nos advirtieron del precio del menú, aunque supongo que el bendito problema es que estamos muy bien acostumbrados al buen hacer del chef y tal vez esperábamos más de lo razonablemente posible, y más en época de pandemia. 
 Por una vez, nos fuimos con un sabor agridulce de este restaurante, no tanto porque no nos gustara la comida, sino porque echamos en falta más equilibrio en las cantidades de los platos, ya que las tapas del inicio eran en algunos casos raquíticas, y en cambio el arroz fue hasta excesivo en la cantidad. Eso sí, en todos los casos, las salsas y jugos de cocción eran de campeonato, las combinaciones magníficas y las presentaciones acertadas.
 Al irnos tomé una foto de la carta que tienen colgada en la puerta, y además de varias de las cosas que comimos, vimos varias opciones que nos hubieran gustado seguro, por lo que seguramente el error fue nuestro a la hora de pedir, al forzar la opción del menú en lugar de obligarnos a nosotros mismos a elegir entre la variedad de opciones deseables que hay en la carta.

Topik
València, 199
08011 Barcelona
934 51 09 23 (mejor reservar)
Domingos y lunes noche cerrado