viernes, 8 de marzo de 2013

Indochine (2013)


 Desde el 8 al 17 de Marzo de 2013, y gestionado por una web de reservas, se ha celebrado en Barcelona la Restaurant Week 2013, una oportunidad para visitar restaurantes de alto nivel, por lo menos monetario, a unos precios asumibles para unos simples mortales como nosotros. Este viernes decidimos acudir a un restaurante que siempre le había hecho gracia a mi compañera habitual de alegrías y tristezas gastronómicas, más por su espectacular decoración que por otra cosa, y que a mi siempre me había tirado para atrás por el tipo de cocina y por los precios que allí se gastan. Explico que mi mayor queja respecto a la cocina no es por su calidad o algún otro aspecto objetivo, sino por la frecuente utilización de coco y cacahuete en los platos que preparan, producto éste último al que soy alérgico, y profeso un odio visceral al primero. Como vimos que en el menú que ofrecían en esta campaña no abundaban ni el uno ni el otro y que siempre había una alternativa para poder escapar de ellos, decidimos acercarnos a este restaurante oriental, o aún algo más concretamente del sudeste asiático, ya que el dueño es camboyano y hacen platos vietnamitas y tailandeses como mínimo, así que es de difícil definición, o al menos cuesta ponerle un calificativo patrio.

 El local des de estos tan típicos del ensanche barcelonés con dos salidas a la calle que flanquean la escalera de subida a los pisos superiores, en la de más abajo está la barra (¡espectacular!) de una única pieza de madera y la recepción, y la superior más que de un restaurante parece de una floristería de tantas flores, mayoritariamente orquídeas, que hay. Y si no atentos a la foto.

 La entrada más "normal" con la barra al fondo.

  Las mesas también son muy curiosas porque es como si le hubiesen rebañado una tajada a un árbol con un cuchillo enorme (¡o hasta con un motosierra!), puesto que son de una única pieza y por debajo y en los bordes están sin pulir, lo cual puede resultar un engorro depende de donde te toque. Fue nuestro caso ya que en los sitios donde habían colocado los cubiertos no quedaba espacio debajo de la mesa para poner las piernas, pero como la mesa era para al menos 6 personas, lo solucionamos hábil y rápidamente con un pequeño desplazamiento lateral. Lo malo entonces fue que nos alejamos del foco de luz, muy puntual y muy potente, y la mayoría de fotos presentan sombras de los propios platos que no eliminaba ni el flash, ¡que se le va a hacer!, no se puede tener todo y sintiéndolo por vuestra percepción visual elegí mi comodidad.

 El aperitivo eran unos saquitos de pasta crujiente rellena de carne, gambas y hierbas aromáticas con salsa de ciruela, vamos como unos wonton fritos, o igual hasta eran eso. Bien.

 Uno de los dos primeros entre los que podías elegir eran los langostinos trabajados con cítricos con salsa de mango verde. En el recipiente alargado que se ve en la parte inferior de la foto estaba la salsa y llegó a la mesa reposando sobre el plato encajado en los huecos de los extremos cual si fuera una hamaca, luego lo giraron vertiendo la salsa sobre los langostinos. Curioso sistema y buen plato, sobre todo, y como era el caso, si te gustan los cítricos.

 El otro primer plato era la lasaña de arroz mar y montaña. Eran una gruesas láminas de lasaña de arroz cocidas al vapor, pasadas por la plancha y acabada con carne, gambas y hierbas. La lágrima roja que se ve en la parte superior de la foto era una salsa extremadamente picante, de lo que por suerte avisaron, y muy rica. Para decorar el plato pusieron unas flores comestibles, algo que, como se verá más adelante, parece habitual en este restaurante-jardín-floristería.

 Como segundos se ofrecía como primera opción este pollo aromatizado con hojas de naranjo con salsa de coco y lima kaffir. Ya he dicho que no soy nada amigo del coco pero aún así me gustó este plato, no sé si es que he desarrollado una cierta tolerancia hacia ese producto o si el hecho de estar cocinado y acompañado de la lima (¡y las flores!) le restó parte de su para mi apabullante sabor.

 La otra posibilidad como plato principal era la ternera macerada con cúrcuma, galanga y citronella a la plancha con salsa de cilantro y cacahuetes. Dada mi intolerancia hacia éstos últimos tuvieron la amabilidad de cambiar la salsa por otra que no sé de que era porque no se me ocurrió preguntar, soso que es uno. Estaba bastante buena y, entre la salsa y la maceración (¿y las flores?), consiguieron que la carne siguiera sabiendo a carne a la vez que sabía a otras muchas cosas. Me gustó bastante.

 Para acompañar a los platos principales nos trajeron unos cuencos de arroz frito con albahaca thai, cebolleta y cilantro, sabroso y muy aromático. Cada vez me gustan más este tipo de arroces que en principio son sólo para acompañar, pero a mi me parecen un plato para disfrutar por si mismos, no como meras comparsas de otros.

 En los postres también teníamos dos posibilidades, la primera era un pedazo de mango al natural, muy bien presentado en su propia piel vuelta del revés y en tacos aún adheridos a ella, no cortados del todo. Simple pero muy efectista, me gustó mucho su presencia aunque no sea un fan de su sabor.

 El segundo postre era el arroz negro con crema de coco y sésamos tostados, otra vez a vueltas con mi tan temido coco, aunque de nuevo mis temores se demostraron infundados por su comedida presencia, al menos en el aspecto sápido del plato, ya que servía más como ayuda a lograr una textura cremosa. Otro plato muy atractivo visualmente, y eso que normalmente yo no soy de esos. Una buena versión oriental de un postre muy nuestro.

 Para abundar en el tema de las presentaciones se puede observar la original forma de los sobres de azúcar y de la cucharilla del café, así como destacar el enorme vaso para el hielo, del que tendrían que aprender en muchos sitios donde te ponen un triste vasito con un único y triste cubito.

 En el restaurante hay unas mesas casi a nivel del suelo con unos huecos para meter las piernas, rodeadas de agua en la que nadan pececillos de colores, ¡toda una cucada! Sé que me repito pero quiero incidir en que el aspecto más cuidado del restaurante es la presencia, todo es "bonito", "mono" o "cuco" (podéis poner las entonaciones que se deseéis), lo que lo hace estupendo para la mitad femenina de la población, ya que, y sin querer pecar de machista, normalmente ellas prestan más atención a este tipo de detalles. O tal vez es que tengo atrofiado mi lado femenino y no veo lo que ellas sí ven.

 Para beber tomamos una botella de vino blanco Viñas del Vero Gewürztraminer, aromático y frutal como pocos, y agua, para acabar con los dos cafés con hielo. Gracias al precio cerrado del menú a 25 € al final la cuenta subió a casi 40 euros por cabeza, un precio controlado y asumible para conocer este restaurante, al que le teníamos ganas desde hace tiempo y nos tiraba para atrás su fama de caro.


Indochine Ly Leap
http://www.indochinelyleap.com/
Muntaner 82
08011 Barcelona
93 451 17 96
de 13h a 16h y de 20h a 24h excepto lunes a mediodía

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