sábado, 5 de junio de 2021

Llamber (2021)


Seguíamos de celebraciones y decidimos "recuperar" otro restaurante al que hacía años que no volvíamos, y eso que nos lo habíamos pasado muy bien en nuestras visitas anteriores, y es que la última de la que tengo pruebas documentales data ya del lejano 2015 y no recuerdo ninguna otra más reciente.

Reservamos en la terraza, como es preceptivo en época de pandemia, y estuvimos muy bien en esa calle semipeatonal en la que se sitúa el restaurante, con un animado trasiego de personal, mayormente foráneo, pero es lo que toca estando en el Born, aún en estos tiempos difíciles que corren.

Echamos un vistazo a la carta, suficientemente amplia y con bastantes cosas que venían de gusto, hasta que conseguimos llegar a un acuerdo, sobre todo en la cantidad de platos a pedir.



Para empezar y acompañar pedimos pan con tomate. Estaba muy bueno, un buen pan tostado bien untado con tomate y aliñado con aceite, pero 4€ (más el 10% de suplemento por estar en la terraza, como en todos los demás precios que indicare más adelante) por 8 trocitos me parece excesivo por muy bueno que estuviese, pero últimamente es norma habitual que los restaurantes cobren el pan, y sobre todo si es con tomate, como si fuera un artículo de lujo, y no un alimento básico.

Decidimos pedir un par de "aperitivos" para abrir boca, el primero fue la anchoa del cantábrico sobre pan dulce de espelta y queso Cabrales (a 6,50€ la unidad), un bocado estupendo, con los sabores muy bien equilibrados, y no era cosa fácil dado que dos de los ingredientes eran tan potentes como la anchoa y el cabrales. Sólo pedimos una unidad porque queríamos probar muchas cosas y se nos hizo corto, muy corto. 

También pedimos solo una bomba picantona de carne, era de tamaño pequeño y la salsa roja picaba de lo suyo, una buena versión de la tapa más barcelonesa, aunque podían haberla hecho algo más grande.

Empezamos los platos propiamente dichos con un clásico irrenunciable de esta casa, media ración de “patatinas” al cabrales con praliné de avellanas. Aunque ahora no sé porque las siguen llamando patatinas, supongo que será la costumbre, ya que en realidad son pequeños cubos (diría que de puré) de patata, coronados con una fabulosa salsa tipo mousse de cabrales, uno de los imprescindibles en nuestras comandas. Antes eran unas pequeñas patatas enteras, servidas con piel como podéis ver aquí y aquí. También es verdad que en las anteriores ocasiones, en 2013 y 2015, costaban 6€ y ahora cuestan 6,50€, así que en lugar de subir precios han reducido las raciones.

No los habíamos probado nunca aquí, por lo que nos hizo gracia pedir los buñuelos de bacalao con “all i oli” de miel, también en formato de media ración. Se trataba de media docena de pequeñas, etéreas y aun así suculentas esferas, con un agradable sabor de bacalao a pesar de que la textura era casi de buñuelos de aire, de lo ligeros que eran. Estaban muy buenos, pero vuelvo a hacer notar el precio elevado de la media ración, 7€ por 6 minibolitas de tamaño inferior a una nuez, más como un grano de uva de los gordos. El allioli no estaba mal, pero a nuestro gusto estaban mejor los buñuelos sin más, a palo seco.

El primer plato principal fue el tataki de atún rojo salvaje con fresas, chalotas, casis y eucalipto, en el que como en el plato anterior, a nuestro gusto le sobraban aditivos al atún, aunque también es verdad que somos muy amantes de este producto al "desnudo".

Y para empezar a terminar no podía faltar la morcilla con chipirones y el jugo asado de su tinta, un plato que hemos pedido en todas las ocasiones que hemos venido a este restaurante, y que, como escribí una vez en los comentarios de un blog que sigo (en una de mis poquísimas interacciones con el mundo blogger), vale por sí solo la visita a este local. En la base media magnífica morcilla cortada a lo largo (que seguramente sería de mejor comer cortada a rodajas clásicas, pero creo que ya es una tradición servirla así), y por encima unos trozos de chipirón de no menor calidad, rematado el conjunto con unos brotes y una sabrosa salsa de su tinta. ¡Impresionante platazo!

Como postres ya teníamos claro desde el principio que íbamos a pedir la tabla de quesos asturianos y catalanes de pequeño productor, y sólo nos faltaba decidir si era la ración completa o solo media. Al final optamos por la media y fue la única decepción de la noche. Si a algún plato anterior le he puesto pegas, era más por discutir el precio o el tamaño, pero no la calidad del producto, y en todos los casos disfrutamos de ellos, en mayor o menor medida. 
Pero en este caso, la comparativa con las versiones de las que habíamos podido disfrutar en ocasiones anteriores, fue demoledora. Ni rastro del celebérrimo y esperado Cabrales, y en cambio nos tuvimos que conformar con cuatro trocitos de variedades que no recuerdo que nos presentasen, y que resultaron bastante anodinas. Como demostración de lo dicho, esta es la versión del 2013 que también nos costó 9€, y esta es la tabla completa que tomamos en 2015 a 16,50€

Para beber, tomamos una cerveza y una cocacola mientras decidíamos la comanda, y luego pedimos un par de copas de vino blanco y un agua, lo que al final configuró una cuenta de casi 47€ por cabeza, lo que nos pareció algo caro, sobre todo por el bajonazo de los quesos, ya que hasta ese momento aún lo íbamos justificando por los años transcurridos, y entendiendo la época difícil que les ha tocado soportar al sector de la restauración.

Llamber
http://llamber.com/
C/ Fusina, 5
08003 Barcelona
933 196 250 (mejor reservar)
todos los días de 12 a 22 h

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