sábado, 29 de marzo de 2014

Chez Cocó (2014)


 Se volvía a celebrar la Restaurant Week en Barcelona, de nuevo organizada por una conocida web de reservas, y en esta ocasión con la desagradable coincidencia de fechas con la ruta del bacalao, por lo que tuvimos que estirar la cartera y hacer doblete ese fin de semana en sitios no asequibles económicamente, al menos para nosotros, pero no queríamos dejar pasar la ocasión que ofrece esta iniciativa de poder acudir a restaurantes de un cierto nivel a un precio, si no barato, al menos controlado, y es que la idea es que una treintena larga de restaurante de Barcelona ofrecen un menú al precio cerrado de 25 euros, a los que, eso sí, se debe añadir el ínclito Impuesto sobre el Valor Añadido, y lo que cada uno buenamente desee beber, y que, según experiencias anteriores, suelen dejar la cuenta entre los 35  y los 40 euros.
 Nuestro elegido fue el Chez Cocó, un restaurante especializado en pollos asados de los mismos dueños que el aclamado y cercano Casa Paloma, más encarado a las carnes de vacuno. La entrada del local se halla en la avenida Diagonal, entre Casanova y Villarroel, y su amplia sala llega a convertirse en su parte trasera en una estupenda y paradisíaca terraza, que da ya a la calle Buenos Aires. Aunque no suele ser algo en lo que me fije, en este caso se hace imposible no mencionar la decoración del local, muy conseguida, y con unos techos muy altos y muchos espejos en las paredes, que le aportan una amplitud espectacular e impropia de los tiempos que corren, en los que se aprovechan los espacios más allá de los límites de la confortabilidad. La verdad es que eso choca un poco con la, aunque no opresivamente reducida, sí escasa separación entre las mesas de dos de la zona en la que nos ubicaron y como se verá luego en alguna foto, en lo pequeña que se queda la mesa ante la importante cantidad de objetos que se juntan en ella, entre las bandejas de servicio, los platos de complementos, los vasos, las copas, la cubitera, etc. 

 Los entrantes del menú de la Restaurant Week eran fijos y a los pocos momentos de tomarnos nota de las bebidas ya teníamos la mesa repleta como podéis ver, y eso que no sale en la foto la cubitera en la que estaba la frasca de un vino blanco del Penedès que pedimos y que se encontraba a la derecha de la botella de agua y de las copas de vino. Las frascas es como llaman allí a unos recipientes en los que sirven medias botellas, una buena opción para los que una botella se nos hace muy larga y un par de copas no nos llega, además de ser más económico que esto último.

 El tamaño de la porción de paté de pimienta que nos sirvieron era más que importante y la verdad es que nos costó terminarla, y aunque nos repusieron las tostadas en cuanto las terminamos, los últimos bocados fueron ya a palo seco. Del paté en sí mismo decir que era para todos los públicos, esto es, que no era muy fuerte ni sabía demasiado a pimienta, una pena para los que nos gusta esa especia y supongo que un alivio para los que no.

 Bajo la cestita con las tostadas para el paté se pude ver el curioso recipiente en el que nos trajeron el hummus, un sabroso puré-crema de garbanzos bien aliñado y que nos gustó bastante.

 Y aquí se puede ver los triángulos de pan de pita fritos, demasiado aceitosos, que acompañaban al hummus, y en una especie de sartén minúscula, nuestros buñuelos de bacalao, muy buenos y de buen tamaño, con un exterior crujiente y un interior denso y cremoso, con sabor a bacalao como debe ser.

 Una vez vaciada la mesa de los platos de los entrantes, fue rápidamente vuelta a rellenar por los diligentes camareros, con los platos principales en los que cabía elección por nuestra parte. Se podía optar entre un salmón con verduritas y salsa bearnesa o un pollo tomatero al gusto con guarnición también a elegir entre varias posibilidades.
 En la página web donde tuvimos que reservar había más opciones que las que presentaba la hoja del menú que teníamos en la mesa y que podéis ver más arriba, pero el encargado que nos tomó nota nos dijo que era únicamente una cuestión de espacio en el papel y que si queríamos algo que hubiésemos visto en la web no había ningún problema. El pollo tomatero podía ser el clásico, el tandoori, con hierbas, a la cerveza negra, a la sal o picante; y las guarniciones entre las que podíamos elegir eran el puré de patatas, las patatas al gratén, los tomates a la provenzal, las verduras picantes, los cogollos con vinagreta de mostaza, las espinacas con piñones o el arroz basmati con curry.
 Mi compañera se decantó por el pollo con hierbas, que resultó ser un picantón de buen tamaño, muy bien asado con las ya mencionadas hierbas. Con él trajeron una salsera con jugo del rustido para poder mojar sus partes más secas si se consideraba conveniente, aunque no hizo falta de lo jugoso que estaba.

 La guarnición elegida para acompañarlo fueron estos cogollos con vinagreta de mostaza, aunque en realidad más que una vinagreta parecía una crema de lo densa que era, y además se apreciaba en ella una buena mostaza tipo Dijon.  

 Yo elegí el pollo a la cerveza negra, con la agradable sorpresa de llegar a la mesa presentado ya en cuartos, además de venir abundantemente bañado en una suculenta salsa que preciso de casi todo el, por otro lado estupendo, pan del que disponíamos, y el que lamento no haber fotografiado.

 Mi elección de guarnición fueron las verduras picantes, que no parecieron tan picantes hasta el final, en el que me topé de golpe con todo el que había echado en falta hasta entonces. Eran unas láminas de diferentes vegetales un tanto secos y con un ligero punto picante, al menos hasta el ya mencionado final explosivo, que no estuvieron mal para acompañar la abundante salsa de mi pollo pero que seguramente resultarían excesivamente secas con cualquier otra variedad de pollo.

 Dado que el tamaño de las raciones era bastante contundente llegamos a los postres faltos de apetito, una lástima ya que la tarta de chocolate con helado de leche estaba riquísima. Un disco de mousse de chocolate, suave y sabrosa a la vez, a la que acompañaba un refrescante y sorprendente, al menos para mí, helado de leche, que no de nata, que reposaba sobre más mousse de chocolate, esta vez algo más ligera, y unas bolitas crujientes, otra vez de chocolate. Por cierto, en esta foto se puede ver que la cubertería es de un estilo como antiguo, con cubiertos plateados y muy pesados.

 Oímos que a una pareja sentada al lado les ofrecieron tomar el café en la terraza y, dada la bondad de la noche, copiamos tan brillante idea, para descubrir un espacio fantástico, todo un remanso de paz en medio de la ciudad, en la que debe haber bofetadas para conseguir mesa en la que comer o cenar en días de los meses venideros, de clima más favorable para ello. Lo que parecen focos no son tales sino estufas que proporcionaban el calor suficiente para resultar un espacio de lo más agradable, aunque también supusieran un reto insuperable para mi cámara y las torpes manos que la manejan, o sea las mías. Hay fotos de esta terraza mucho mejores en su web que como siempre podéis encontrar al final de esta reseña.

 Tras disfrutar un rato de la terraza alargando lo indecible los cafés, pedimos con renuencia la cuenta, pues costaba marcharse de allí, y en la que al ya sabido coste de los menús (25 € + IVA) se sumaron el agua, la media botella de vino y los cafés, dando un total de 36 euros por persona. Mirando luego la carta y tras leer algunos blogs nos dimos cuenta que no debe ser mucho más caro comer aquí a la carta, puesto que la verdad es que dado el buen tamaño de los pollos, a nosotros nos sobró el postre y podíamos haber prescindido de algún entrante, e incluso puede salir más barato ya que se pueden pedir los entrantes y un pollo para compartir entre dos, pero un día es un día y que nos quiten lo "bailao". 
 El servicio estuvo fantástico toda la noche, tanto el encargado que nos tomó nota y se preocupó por algún otro detalle durante la cena, como los camareros que nos atendieron, ágiles, diligentes y muy amables toda la noche, tanto los del comedor como la chica que atendía la terraza.
 En definitiva, se trata de un sitio que nos gustó mucho, con muy buena presentación, tanto del espacio como de la comida, y muy buena calidad en ésta última, como debe ser, que no está reñido el ser bonito con el ser bueno, y si bien no es barato (me da a mí que ya no quedan sitios con las tres B), tampoco es excesivamente caro, y aunque no sea prioritario para el que suscribe, entiendo que hay que pagar también el envoltorio. A ver si encontramos pronto una buena excusa para volver en otra ocasión a esta zona de la ciudad poco transitada por nosotros.


Chez Cocó
http://www.chezcoco.es
Av. Diagonal 465
08036 Barcelona
93 444 98 22
De Lunes a Sábado de 13:30 a 16:00 y de 20:00 a 23:30

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