viernes, 28 de septiembre de 2012

Tast BCN 2012 (1ª Fira de la tapa de Barcelona)

Traído desde Flickr


En la sala anexa del Palau Sant Jordi ha tenido lugar la 1ª feria de la tapa de Barcelona, con la excusa de celebrar el día mundial de la tapa. En el evento, 24 bares y restaurantes de toda Catalunya, aunque la gran mayoría era de Barna, ofrecían tres y hasta cuatro tapas cada uno por 1,50 €, el mismo coste que tenían las cañas de cerveza o clara, los refrescos y las botellas de agua. La cosa era ir a las taquillas y comprar unas fichas que eran la moneda oficial del evento, y luego deambular por la sala eligiendo que querías tomar. Una especie de ruta de tapas en un recinto cerrado y sin la ¿penosa? obligación de igualar el numero de cañas bebidas con el de tapas comidas.
La lista de los participantes y las tres tapas que ofrecían cada uno de ellos, aunque en algunos casos tenían hasta una cuarta tapa 'fuera de la carta'. Pasemos a una somera enumeración de las tapas que pudimos probar entre las cuatro personas que conformaban nuestro grupo.
 

Gambas a la gabardina servidas sobre un lecho de ensaladilla como rusa o de cangrejo. Me hizo gracia empezar con este clásico, mientras esperaba a mis compañeros que estaban en el stand anterior.

De hecho esta tapa no la probamos pero la tenían al lado de las gambas en gabardina, e hice la foto para comparar la guarnición de bravas que llevaba la brocheta de pincho moruno con otras bravas que ofrecían por ahí, solas y bastante más pequeñas.

Las cañas estuvieron decentemente tiradas y en un vaso 'reglamentario', lástima que fueran de San Miguel, una cerveza que no me encanta, pero ya se sabe que "qui paga, mana". Como se reveló con posterioridad con la afluencia masiva de público, la mejor táctica consistió en llegar pronto, tomar posesión de una mesa para dejar platos y vasos, y ir turnándose en ir de expedición por los diversos stands para rellenar las cervezas y buscar nuevas propuestas culinarias a las que hincar el diente.

A lo que esperaba con mis gambas en gabardina era a que saliese esta croqueta de morcilla de Burgos, que no acabó de convencer al interesado, ¿adivináis quién era? Otro aspecto positivo a destacar es que la mayoría de tapas eran preparadas al momento, no sólo recalentadas, lo que aumentaba la calidad media, eso sí,  a la par que alargaba las esperas (y más tarde, ya en hora punta, las colas) en los stands.

Mucho más que la croqueta de morcilla gustó esta minihamburguesa de corzo que servían en el mismo stand, con una carne muy sabrosa y bien combinada con el resto de elementos.

En principio nos decepcionó ver la diferencia de tamaños entre la tapa que tenían expuesta y la que luego nos sirvieron realmente, pero nos olvidamos rápidamente de ello al probarla. Así, el ajoblanco con ceviche de gambas y vieiras se convirtió en una de las tapas triunfadoras de la noche.

Calamares encebollados a la antigua y servidos sobre un falso rissotto (¿tal vez de pasta de sopa?). Muy buenos, para repetir.

Los callos eran eso, sin inventos. Parece que picaban lo suyo, como debe ser, pero yo no los probé.

Navaja con judías pintas y gambas. Una combinación que no acabé de entender o que directamente no funcionaba, suerte que sus partes por separado ya hacían un buena suma. Una de las propuestas fuera de las anunciadas en el programa.

Vieira confitada con polvo de jamón y ensalada de cangrejo. No las probé pero parece que estuvieron bien.

Las empanadas de raxo estuvieron muy ricas. El raxo es una especie de guiso de lomo de cerdo con vino, y parece que lo normal es hacer empanadas de las grandes, aunque aquí las servían en formato empanadilla, mucho más lógico dado el tipo de evento.

El croquetón de rabo de toro trufado estuvo bien, aunque a esas horas ya se empezaban a confundir los sabores y a mezclar los nombres de las tapas.


Canelón de molleja de pato con salsa de ceps, en la que ésta última se imponía al resto de ingredientes.

Las zamburiñas con seta blanca eran del mismo local que la anterior tapa y puede que hasta compartiesen la poderosa salsa. Me gustaron, pero dada mi afición a este molusco y a las salsas de setas tampoco era de extrañar.

La coca de sardina no la probé, así que no sé que tal era.

Garbanzos con mejillones y salsa de gambas. Otra tapa fuera de carta y con otra combinación que no me 'entró'.

Yo no probé las sardinas de la playa confitadas, pero no convencieron en absoluto.


Magret de pato con salsa de arándanos. A esas alturas yo ya no tenía nada de hambre y hacía ya rato que había dejado de probar las tapas que cogían los demás.

Tartar de salmón sobre una capa de guacamole, una combinación clásica que gustó mucho a quien la probó.

Un clásico del Panchito son las fajitas de pollo, y como se comentó de cachondeo, debe ser la primera vez que hemos comido en el Pancho por un euro y medio.

Lo siguiente que comí fue el timbal de patata enmascarada con huevo de codorniz y salsa de ceps. Bueno y, más que contundente, definitivo a esas alturas de la noche. La salsa de ceps la deben vender en garrafas dada la saturante cantidad de tapas en las que estaba presente, suerte que me gusta irracionalmente.

Bomba de rape y langostino con allioli de crustáceos, como se ve era del mismo local que la empanada de lomo de cerdo.

Croquetas de risotto de jamón y crujiente de parmesano.

Calamar relleno de butifarra del Perol y judías de Santa Pau, muy bueno.

En le pulpo a feira 'sorpresa', la anunciada y supuesta sorpresa era que las clásicas patatas que acompañan al pulpo, venían en forma de pincho de tortilla. Bien pero poco 'sorprendente'.

Canelón de rape con sopa de gambas y lima. Estaba bien pero insisto que ya no había hambre.

La ensaladilla soviética no sé si era una innovación o una involución de la ensaladilla rusa, pero no gustó a quien la eligió.

La mesa de los postres. Ya no había más apetito y aún quedaban monedas por gastar, así que las usamos en las pocas pijadas dulces que había.

El llamado carajillo de Baileys consistía en un vasito, en el que sobre una crema del citado licor había una gelatina de café que confeccionaban una versión postre del clásico combinado cafetero. Bien, sobre todo si te acordabas de ahondar con la cuchara y mezclar las dos capas.

Yogur de foie y mermelada de violetas con muesli. Los dos últimos componentes de la tapa venían en un sobre aparte que se debía servir encima de la mousse de foie, y que le aportaban un toque divertido y una textura crujiente que elevaban notablemente la calidad del plato. Sin ser dulce, nos hizo las veces de prepostre.

La llamaban "Nuestra cerveza" pero en realidad era una infusión de cerveza y mandarina, con nata imitando la espuma, y nitrógeno que la hacía humear. No estaba mal pero era más atractiva visual que gustativamente.

Y con eso dimos por finalizada la experiencia y cogimos el autobús gratuito que ponía la organización del evento para unir la montaña mágica con el resto de la urbe, cansados pero satisfechos.

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