martes, 21 de mayo de 2013

Dos Palillos (2013)





 Era una ocasión especial, de esas que sólo suceden una vez al año (un cumpleaños, vamos), y decidimos tirar la casa por la ventana y acudir por primera vez a este restaurante de influencias orientales regido por Albert Raurich, un antiguo jefe de cocina de El Bulli al que vimos por allí, pero fuera de los fogones, al menos de los que están a la vista de los comensales.
 Teníamos reserva en el comedor interior, en el que te sientas en una barra baja alrededor de los cocineros y permite disfrutar de la elaboración de los platos antes de degustarlos, toda una experiencia que ya habíamos vivido en sitios como el Koy Shunka.

 En este comedor sólo se puede optar por comer alguno de los menús degustación de los que disponen, el llamado "Un palillo" de 14 entregas a 60 euros, el "Dos palillos" de 17 platillos y a 75 euros, y un menú festival del que la carta no especifica ni cantidad ni composición, y del que no recuerdo el precio, pero sí que era el más caro de los tres. En la entrada, hay otra barra más "canalla", en la que se puede comer a la carta, pero en la que no admiten reservas.
 Nosotros, y por lo que vimos la mayoría de los asistentes, escogimos el menú largo "Dos palillos", pero algo modificado por nuestras alergias y fobias alimentarias. No les gusta dejarte el menú en la mesa, dicen que para mantener la sorpresa, pero yo creo que es para que no notes que lo modifican a voluntad dependiendo del ritmo de ingesta de los comensales y de elaboración de los cocineros, y alteran el orden o incluso hasta cambian alguno de los platos por otro del menú corto. Dado que era la primera vez que iba no es que me importase demasiado puesto que la idea era conocer el restaurante y disfrutar la experiencia, pero luego, y ya en casa, al repasar el menú previsto y compararlo con el que realmente tomamos, eché en falta no haber probado la papada ibérica a la cantonesa, un plato que había llamado la atención al hojear los menús, ni los pulpitos cocidos en shabu-shabu, que digo yo que se les habrían acabado porque estaban en los dos menús y por allí no asomaron, pero otra vez será. 
 Como siempre pasa en sitios de nivel tan alto como el que nos ocupa, todos los platos estaban buenos y hasta diría que muy buenos, muy bien presentados y con un servicio también a la altura, pero como es lógico unos nos gustaron más que otros, y digo esto por si más adelante en mis comentarios no destaco un plato o incluso lo califico de normalucho, hay que tener en cuenta que es normal para este nivel, o sea, que ese plato en otro restaurante más modesto sería un plato de traca, pero aquí la compañía lo empequeñece.


 La puesta en escena es sencilla, con palillos de los buenos, sólo faltaría.

Mientras elegíamos la bebida nos trajeron una toallita caliente y la primera entrega del menú, un cocktail de cava y umeshu, un licor de ciruelas japonés, una combinación muy suave, tanto que los más líricos podrían calificarla como aterciopelada.

Tras haber decidido empezar con una botella de cerveza Inedit, a precio mucho más comedido que los vinos de la carta, acordes eso sí con el local, nos llegó la primera entrega sólida del menú, el tsukudani casero de shiitakes y hígado de rape, en el que se alternaban lonchas de ambos ingredientes. Del higado de rape se dice que es el foie del mar, pero ni por asomo en mi opinión, y el tsukudani es una especie de escabeche, en la que se hierven en soja y mirin los ingredientes para alargar su conservación además de aportarle una textura muy gelatinosa. No estuvo mal para empezar.

 Seguimos con el jurel marinado en vinagre de arroz con alga kombu deshidratada, que nos aconsejaron alternar para jugar con las texturas y apreciar mejor los sabores. Sólo decir que el jurel estaría marinado pero poco, ya que como se puede ver en la foto, presentaba un fantástico aspecto de crudo. Poco que aportar sobre el kombu, al que no le encontré la gracia.
 Después llegaron las gambas crudas y calientes, unas estupendas y fresquísimas gambas rojas pasadas por la parrilla, pero sólo la cabeza ya que el cuerpo estaba completamente crudo, y aliñadas con una pincelada de aceite de té negro. Otro plato de gran producto mínimamente elaborado, sin apenas cocción y al que únicamente se le aportan notas que lo matizan, nunca que lo enmascaran.

 Para continuar nos sirvieron un rollito crujiente de pollo a cada uno (los platos anteriores habían sido para compartir), en la que una transparente hoja de papel de arroz envolvía tiras crocantes de pollo (diría que era la piel) y diversas verduras en un bocado de lo más interesante, a pesar de ser, al menos hasta ese momento, el compuesto por los ingredientes más humildes.

 Algo más tarde de lo anunciado en el menú (debería haber aparecido un par de entregas antes) llegó el sunomono de algas frescas y moluscos, que elaboraba el cocinero que teníamos justo delante, por lo que pudimos seguir cada paso de su preparación. Se trataba de una especie de ensalada servida en el hueco de una piedra que hacía de plato, en la que un surtido de hojas de algas se alternaban con varias clases de moluscos, entre ellos un mejillón, un par de percebes, berberechos y alguna almeja, todo bañado con un caldo de agua de mar de lo más sabroso.

 El siguiente plato fue uno de los que más, si no el que más, me sorprendió y eso que sólo eran espárragos, o justamente porque lo eran y me explico. A mi no me gustan nada los espárragos blancos básicamente por su textura blandengue, lo que supone que si me gustan en crema o si son del tipo triguero, más tiesos. De hecho y hasta hace no mucho, y dado que sólo los veía en ese formato, creía que los espárragos crecían en su lata (...y los niños venían de Paris y demás paparruchas, ¡inocente que era uno!), hasta que vi que no, que nacían duros y luego se hervían. Y ¿porque digo todo esto? os preguntaréis. Pues porque estos espárragos estaban deliciosos, crujientes más que tersos, no sé si estaban poco cocinados o nada en absoluto y la verdad es que no me importa mucho, servidos con salsa kimizu (a base de miso y yema de huevo) y polvo de soja liofilizada, que aún los enriquecían. ¡Y todo esto lo dice un tío al que no le gustan los espárragos!

 Seguimos con platos crudos o casi con el sashimi tibio de calamar, y era tibio porque le habían acercado un soplete levemente y durante sólo un instante. Lo sirvieron aderezado con yuzu, soja y esencia de calamar.

 A continuación llegó el sasami de pollo acompañado de wasabi y sal con siete especias para que cada uno se lo condimentase al gusto. Muy bien el pollo, nos dijeron que era la parte más "noble", como el solomillo, muy poco hecho, extraordinario el wasabi (sí, hasta en esto hay grados), y muy sabrosa la sal, cumpliendo su función.

 El siguiente plato previsto era una ostra con tuétano, pero como dijimos que éste no era de nuestro agrado, nos lo cambiaron por una ostra con sake caliente, uno de los pocos platos que no nos gustó demasiado a ninguno de los dos, claro que tampoco es que, al menos yo, sepa apreciar una ostra.

 En el menú anunciaban una tempura pero no de qué, cosas que tiene la cocina de mercado, que no saben que es lo que van a encontrar ese día, supongo. Al final fue de anémonas u ortiguillas de mar, muy buenas, servidas con una salsa de soja y jengibre deliciosa, tanto que me bebí la que me quedó.

 Seguimos con los dumplings (empanadillas orientales) de cerdo y langostinos, ricos pero más manidos y por tanto menos impactantes.

 La versión vegetariana del mismo plato, con el relleno únicamente compuesto de verduras.

Para continuar apareció el temaki de toro (ventresca de atún), que es una variedad de sushi en la que te sirven los ingredientes por separado y tú los tienes que montar. En el bol estaban las piezas de toro sobre el arroz blanco y en platitos aparte estaba el wasabi y el alga nori para envolverlo todo. Dada la calidad del atún el conjunto estaba espectacular, pero, vago que es uno, yo prefiero que me den el trabajo hecho.

 La parte más carnívora del menú se iniciaba con la "nippon burguer", una mini-hamburguesa de carne tierna y muy gustosa, servida en un panecillo tostado en la parrilla con una lámina de pepino encurtido debajo y shiso en juliana encima. Lástima que fuera tan pequeña porque estaba realmente rica.

 Como alternativa, a mi acompañante le trajeron dos piezas de tofu frito, una coronada con nabo daikon y la otra con huevas de salmón y bañadas con caldo dashi y soja. Sólo probé el caldo y estaba muy bueno.

 Le siguió el "xiao long bao", unas albóndigas de cerdo y caldo chino, que debías comer poniéndolas en una cuchara primero y pinchándolas para que saliese el caldo, y luego ya se podía engullir el conjunto. Un poco aparatoso el procedimiento pero al menos estaban buenas.

 Se ve que se les empezaban a acabar las variantes vegetarianas porque a mi acompañante le trajeron unos rollitos de primavera con salsa agridulce, que aún reconociendo su buen nivel, me parecen más propios de otro tipo de restaurantes más "mundanos".

 Y el último plato salado fueron estas brochetas de pollo yakitori, que merecen el mismo comentario que el plato anterior, siendo muy buenas no sé si pegan en un local como este, más que nada por tenerlas ya muy vistas.

 El primer postre fue este flan de mango, coco y caramelo de jengibre, sorprendentemente bueno para  mi, que no soy muy amigo de los postres en general y del coco en particular.

 El segundo postre y última entrega de nuestro menú fueron estos ningyo yaki de chocolate, una especie de buñuelos con el interior casi líquido con pequeños trozos de jengibre por encima, muy, muy buenos, tanto que supieron a muy poco.

 Tomamos el consabido café para acabar, y si hasta ese momento el ritmo de entrega de los platos había sido pausado pero constante, no sé si porque ya estaban más dedicados a recoger y a limpiar que a los comensales, tanto para que llegase el café como la cuenta, las esperas fueron sorprendentemente largas.

 Después de la Inedit, nos tomamos un par de copas de vino blanco, una de riesling y otra de chardonnay, además de una botella de agua y los cafés, que al final sumaron casi 88 euros por persona, una cantidad que evidentemente no es para volver cada semana pero que se muestran acordes a lo recibido y sobre todo a lo vivido esa noche, ya que supuso toda un experiencia de lo más recomendable.




Dos Palillos
http://www.dospalillos.com/home.php#
C/ Elisabets, 9,
08001 Barcelona
93 304 05 13 (obligatorio reservar para la barra de dentro, en la de fuera no reservan)
de Jueves a Sábado de 13,30 a 15,30 h y
de Martes a Sábado de 19,30 a 23,30 h

domingo, 19 de mayo de 2013

Daps (2013)



 De nuevo se celebró otra Restaurant Week impulsada desde una conocida web de reservas y con una participación algo más reducida que otras veces. Como casi siempre nos pilló, más que a contrapié, casi a traición, y nos enteramos tarde y mal, aún así pudimos reserva uno de los últimos días en el Daps, un local del grupo AN, el mismo que el de los Citrus, Attic, QuQu, Txapela y algunos más, pero éste, a diferencia de los citados, parece menos encarado a los turistas, claro que influirá bastante su localización, en la esquina de la Diagonal con Villarroel, zona mucho menos frecuentada por los guiris que el Paseo de Gracia y las Ramblas, zona preferida de influencia del grupo.
 El aperitivo eran dos cucharitas por persona, una con una oliva esferificada, buena, y la otra con una bola de Idiazábal esferificada con jamón de bellota, mejor.

 Tanto de entrantes como de platos principales teníamos tres posibles elecciones, de las que sólo pudimos probar dos por motivos obvios, y es que sólo éramos dos personas. La primera eran unos estupendos langostinos en tempura de almendras, con finas láminas del citado fruto seco haciendo de crujiente envoltura a los langostinos ensartados, que venían acompañados por una sabrosa salsa que no sabría definir, algo así como una salsa rosa o cocktail, pero tampoco era eso, en todo caso estaba buena y ayudaba a mejorar una ya muy buena y poco habitual tempura.

 El otro entrante que probamos fueron los raviolis de cigalas bañados en una salsa viciosa con un profundo sabor a mar. Un plato de los pedir más pan y rebañar sin complejos. A efectos informativos decir que el tercer entrante, el que no probamos, era un tartar de calabacín y tomate con queso de cabra.

 El solomillo de buey con cuatro mostazas no era muy grande pero estaba bueno, servido con unas patatas fritas más que decentes, lo que tristemente casi es noticia, y cuatro puntos de diferentes mostazas, a cual más interesante, si te gusta la mostaza claro. De izquierda a derecha tenemos la clásica de Dijon, la verde a las finas hierbas, una roja que no conocía, al Cassis, un licor de grosellas negras, y por último la mostaza a la antigua, con su textura granulada, y todas con su incisivo punto de picante, aunque personalmente la que más me gustó fue la de Cassis, tal vez por lo novedoso.

 Nos dejamos sin catar el risotto de ceps, ya que el otro plato principal que sí probamos fue las brochetas de vieiras, rape y langostino, presentado sobre unas verduras salteadas, buenos productos hechos a la plancha sin mucho más que añadir.
 

 Como postres teníamos dos posibilidades, el carpaccio de piña con mousse de crema catalana y el coulant de chocolate caliente y helado de vainilla, que fue el que elegimos los dos, un poco por nuestra poca afinidad con la piña y un mucho por pasión por el chocolate. Un trazo de salsa de chocolate decoraba el plato y el contraste crujiente se lo aportaba la almendra picada.

 En el menú a 25 euros (más IVA) entraba una copa de cava con los aperitivos, que alargamos hasta ya mediados los entrantes, cuando pedimos un par de copas de vino blanco de la oferta a copas de su carta, una era de Petit Caus, del Penedès, y la otra de un albariño llamado Alba, que cumplieron con lo esperado. Además tomamos una botella de agua y los consabidos cafés para terminar, lo que supuso una cuenta final por debajo de los 34 euros por cabeza.
 Personalmente me gustó el sitio aunque la lluviosa noche se tradujo un ambiente algo frío y desangelado. Más que eso, la lejanía de nuestras "zonas de caza" habituales supongo que harán complicado que volvamos a este restaurante en el futuro más cercano, pero la verdad es que comimos muy bien y excelentemente atendidos.



Daps
http://www.dapsrestaurant.cat/
https://www.facebook.com/DapsRestaurant
Av. Diagonal 469
08036 Barcelona
934 10 90 89
abren todos los días de la semana en horario ininterrumpido

sábado, 4 de mayo de 2013

Sitges Tapa a Tapa 2013


 Se celebraba por tercer año la ruta de tapas de Sitges, llamada Sitges Tapa a Tapa, y por tercera ocasión nos dirigimos a esa población del Garraf, para disfrutar de su ambiente (sin doble sentido), su gente y sus bares y restaurantes, donde siempre nos tratan de maravilla. Como ya hicimos el año anterior, decidimos realizar una inmersión exhaustiva y dedicar prácticamente todo el día a la gozosa tarea de probar el mayor número de tapas posibles, para ello cogimos un tren que llegó a la estación de Sitges sobre las 11,30 de la mañana y a partir de ese momento ya fue un no parar ya que muy cerca de la estación estaba el primer local que visitamos y que nos sirvió de punto de encuentro con nuestros amigos y guías locales.

-La Candelaria: Siempre es complicado empezar a beber cerveza (al menos para mi) a esas horas de la mañana, y empezar comiendo una "croqueta de manita de cerdo con puré de boniato y comino", tampoco es que ayudase a un inicio suave y gradual del asunto, pero que se le va a hacer. Si además os pasa como a mi, que no es que sea un fan de los pies de cerdo, y suelo evitarlos en la medida de lo posible, ya podríamos decir aquello de ¡la primera en la frente! Por hacerles justicia, debo reconocer que la croqueta estaba bastante buena, bien rebozada y con un interesante acompañamiento.

-La Formatgeria. Tras un par de intentos fallidos en "L'Avinyet" y "La Kassoleta" (dos sitios que se nos resistieron, pues no conseguimos probar sus tapas por problemas de horario, fin de existencias y otras problemáticas varias), llegamos a este agradable local especializado en quesos, y diría que en vinos, donde nos sirvieron su "trifásico local", una combinación de crema tibia de queso, confitura de cerezas y berenjena escalibada, servida en un pequeño (¡muy pequeño!) vaso de plástico tipo chupito, y coronada por una potente olivada. Estaba muy buena y por eso supo a poco.

-El Cable. Bajando esa misma calle nos encontramos con los eternos ganadores de este certamen, un bar de tapas y platillos casi siempre lleno y en el que se lo curran un montón. En esta ocasión ofrecían una tapa llamada "Buscando a Nemo", consistente en una tartaleta de pasta filo rellena de un estupendo tartar de atún con esferificaciones de tomate y aceite de oliva y que nuestro camarero nos aconsejó degustar precedida de la esferificación de vermut servida en una cucharita aparte. Un alarde de técnicas culinarias al servicio de un gran producto que brilló por encima de los demás participantes.


-La Guineu. Siguiendo en dirección al mar nos encontramos con este bar con una magnífica terraza, en la que pudimos disfrutar del sol y de su "coca de aceite con chanfaina dulce y bacalao confitado", en una combinación bastante clásica y en la que yo hubiera agradecido algo más de sal, pero como ya anunciaban que era dulce supongo que el problema era mío.

-La Granja de Sitges. Volvimos hacia el centro para probar la "minihamburguesa con escalibada y queso de cabra", en otra propuesta poco imaginativa pero al menos muy bien ejecutada, con la hamburguesa poco hecha y muy jugosa, excelentemente secundada por el queso y la escalibada, en un también muy buen panecillo, nada de esos bollos sin sustancia tan típicos de las hamburguesas. Gustó mucho.

-Nieuw Amsterdam. El siguiente local era un viejo conocido situado en una especie de primer piso abierto a la calle donde tuvimos que esperar mientras nos hacían su "crujiente de parmesano relleno de risotto de ceps con aceite trufado", unas cestitas del citado y sabroso queso que contenían un estupendo y cremoso risotto, una de las mejores tapas que probamos en esta edición del certamen.

-La Barata. Más sencilla pero no por ello menos apetitosa se mostró la "tortillita de bacalao" de este bar, de un buen grosor y con la magnífica compañía de una potente piparra y una rebanada de pan tostado.

-La Incidència del Factor Vi. La siguiente propuesta que catamos fue esta "espalda de jabalí confitada con moscatel" servida sobre una porción de patata que atenuaba convenientemente la profundidad del jabalí. Un buen bocado que seguramente no era definible como "para todos los públicos".

-Pic Nic. Tampoco creo que esta tapa fuera apta para todos los gustos, aunque la atrevida combinación de sardina, chocolate y salsa de yogurt con menta que en este local del paseo marítimo llamaron "sardina after eight", se mostró convincente, salvo por la obviable presencia de la fresa a modo de guarnición. A destacar la atención de los camareros que, viendo nuestra situación bajo el, a esas horas, tórrido astro rey, acertaron a traer a nuestra mesa una cubitera con agua y hielo en la que pudimos mantener frescas nuestras cervezas, ¡un diez para el servicio!

-Alenti. Tras un fracasado intento en el Sports Bar, donde nos dijeron que no tendrían tapas hasta el lunes (y eran poco más de las 3 de la tarde del sábado), y por lo que no pudimos probar su en principio apetitoso crujiente de butifarra, habitas y módena, nos dirigimos hacia este hotel situado en el meollo de la calle del pecado, y tras aposentarnos en su fresca y cómoda terraza interior, disfrutamos con su "secreto de setas con salsa trufada", una especie de ravioli de buen tamaño hecho con una pasta oriental llamada wonton, rellena de una mezcla de setas, foie y parmesano, y bañada por una espesa y sabrosa salsa de Oporto y aceite de trufa. Todo un triunfazo al que por poner alguna pega, tiquismiquis que es uno, sería la elección de las variedades de setas del relleno, muy dominada por unos shiitake de los que no soy nada amigo.

-Café Roy. Otro acierto seguro, casi sólo por el nombre del bar, pero también por el enunciado de la tapa, era la "vieira al horno con crema de verduras y ceps, servida en su concha, muy buena. 
 Lástima que por tema de horarios de cocina no pudimos probar el "solomillo de ternera con jamón y salvia" de "Los Vikingos", otro triunfador clásico del certamen, con muy buenas tapas en años anteriores.

-Tavernes Eguzki. En cambio, lamento decir que las tapas de este bar de pintxos vasco, claramente han ido de más a menos desde la estupenda brocheta de langostinos con salsa de queso de la primera edición, hasta la mediocre "tapa mediterránea" de este año, un montadito con salmón, patata cocida, tomate y queso de cabra, que tal vez hubiese ganado enteros si lo hubieran hecho al momento, en lugar de calentarlo en el microondas (¡sacrílegos!) como fue el caso. La verdad es que fue un caso aislado porque en la práctica totalidad de locales en los que estuvimos confeccionaban las tapas en el momento, lo que evidentemente mejoraba  su calidad aunque resultara en unos tiempos de espera algo mayores, pero siempre soportables y en ocasiones hasta agradecidos, que ya empezábamos a llevar unas cuantas cervezas encima.

-Pizzeria Cap de la Vila. Como siempre en estos tres años de concurso, a esta pizzería del mismo centro de Sitges, le perjudica a la hora de elaborar su tapa su propia especialidad, me da a mi que con bastante poco margen para la creatividad y la sorpresa, pero en esta ocasión lo intentaron con su "pizza semidulce", unas minipizzas de excelente masa con queso de cabra y confitura de fresa, y hasta diría que lo lograron, y eso que no suelo ser muy amante de los contrastes dulce-salado. Más que resultonas.

-Ateneu Popular de Sitges. Y como suele pasar en esta vida, si no quieres caldo, ¡dos tazas! Me quejo de las combinaciones de dulce y salado, y en este local libertario (y algo proselitista debo decir), nos dieron dos a falta de una, ya que en un intento de reproducir la bandera anarquista en formato comestible, su tapa a la que llamaron "Homenaje a Fernando Tarrida", la conformaban dos canapés triangulares; uno, el negro, con mermelada de cebolla y butifarra negra y el otro, el rojo, con queso brie y mermelada de pimiento, los dos sobre una estupenda base tostada. No estaban mal pero ya he advertido que no era objetivo.

-Canyateca-Prado. No me acabe de librar del todo del dichoso contraste con el "tataki de ternera con yuca frita y salsa canyateca", ya que en una cazuelita convivían unos buenos aunque algo secos trozos de carne con unas sorprendentemente sabrosas chips de yuca frita y la tristemente dulzona salsa que lleva el nombre del lugar, del que destacaría su amplia terraza, en la que nos sentimos muy a gusto.

Hicimos un paréntesis en la Casa Bacardi, donde tras atender a las explicaciones sobre las maravillas del ron del mismo nombre y de la enorme pleclaridad de la mente de su fundador a la hora de crearlo, procedimos a ¿degustar? (yo es que soy más de ginebra) unas copas del citado licor a palo seco, para luego entretenernos en elaborar nuestros propios cocktails, a elegir entre mojitos y cuba-libres, de los que pudimos disfrutar en los confortables sofás del exterior, todo muy lounge. De hecho nos sirvió para hacer tiempo y esperar a  los nuevos miembros de nuestra ya considerable pandilla, llegados unos desde Olesa y los otros desde Berga.

-Izarra. La conjunción total de nuestro grupo se produjo en este bar de pinchos de reminiscencias vascas (es alucinante el gran número de locales de este tipo que puedes encontrar en Sitges) donde pudimos probar su "fatinya", un volován relleno de filete de ternera cocinada y aderezada con jengibre, soja, pimiento y cebolla. Una elaboración nada vasca y sí muy oriental que hizo las delicias de nuestros, a esas alturas, ya cansados paladares.

-Xampú Xampany. El uso del flash se hizo imprescindible para tomar la foto de la siguiente tapa, tomada en la concurrida terraza de este restaurante situado al lado de la carretera, un montadito de "calamares rellenos de manitas de cerdo con salsa de ceps y rúcula", que con mi poco aprecio por las extremidades porcinas no mereció mi aprobación, pero sí la de algunos de mis compañeros. Por otro lado destacar de nuevo la gran atención de la que fuimos objeto, con un trato estupendo y casi familiar.

-Taberna Guria. Era ya la hora de cenar por lo que a la ya numerosa cantidad de gente que hacíamos la ruta de las tapas se añadían los visitantes habituales (o no) de los diversos bares y restaurantes, lo que hizo bastante incómodo a ratos la degustación de las tapas. Tal vez el peor ejemplo de ello nos sucedió en este bar de pintxos, con el pequeño local repleto de gente y sobre todo su barra, abarrotada. Allí conseguimos, no sin lucha, un hueco y, de dos en dos, pudimos disfrutar con sus "virutas de patata, alcachofa y foie con huevo frito", un pincho susceptible de ser habitual de la casa, muy bueno.

-Pinxet. Curiosamente éste fue también el último local que visitamos el año pasado en nuestro anual periplo "taperil" por Sitges, coincidencias que tiene la vida, o no, nunca se sabe. Esta vez habían llamado a su tapa "chocotuna", y consistía en unas láminas del citado y rojo pescado (¡que color!) pasado levemente por la plancha, salseado con chocolate y servido sobre un suave puré de hinojo. La verdad es que casi daba igual lo que acompañase a ese fantástico atún, y aunque a priori era reacio a su combinación con el chocolate, al final tuve que dar por bueno el experimento.

 Aunque ya ni había hambre ni muchas fuerzas hubiéramos seguido, pero se nos escapaba el último tren del día para volver a casa y tuvimos que poner aquí el punto final a nuestra particular ruta por Sitges. Al final conseguimos probar 19 de las 25 tapas de esta edición, con un nivel general bastante elevado, como es ya habitual, y aunque nos dejamos algunos locales que otros años nos habían gustado mucho, como por ejemplo "Los Vikingos", "La Kassoleta" o el "Sports Bar", recuperamos viejos amigos y descubrimos otros nuevos. 
 A ver si conseguimos no esperar hasta la próxima edición de esta ruta de tapas para volver a visitar los bares y restaurantes de Sitges, que se lo merecen, con un nivel de atención por parte del personal de servicio estupendo, prácticamente desconocido para los urbanitas barceloneses como nosotros.

Actualización: ya han publicado en su perfil de Facebook las tapas ganadoras de las votaciones popular y del jurado.
Según el público las mejores han sido 1º El Cable, 2º Niew Amsterdam, 3º Los Vikingos, 4º Taberna Guria y 5º Alenti. Sin haber probado la de Los Vikingos coincido bastante con el sentir general.
Y según el jurado: 1º El Cable, 2º Xampú Xampany, 3 º Sports Bar y La Incidència del Factor Vi, 4º Ateneu Popular de Sitges y Niew Amsterdam, y 5º Alenti y Taberna Guria.