viernes, 14 de noviembre de 2014

Casa Dario (2014)


 De nuevo se celebraba en una conocida web de reservas una semana de ofertas en restaurantes de nuestra ciudad, en esta ocasión bajo el apelativo de "Restaurant Lovers Week", aunque anteriormente también se ha llamado "restaurant week" a secas y en un principio, o al menos cuando nosotros la descubrimos, era la "oportunity week" y además de restaurantes incluía ofertas en hoteles, floristerías y otros establecimientos de especialidades diversas. Bajo esta última etiqueta de "oportunity week" están clasificadas en este blog las experiencias de este tipo que hemos podido disfrutar a lo largo de los años, más que nada porque me ha dado pereza crear las etiquetas correspondientes, pero también porque a pesar del cambio de nomenclatura son básicamente el mismo tipo de oferta, un menú cerrado a unos 25 euros que no incluye la bebida.
 La gracia del asunto es que, aunque como en botica, hay de todo, suelen participar en estos eventos restaurantes de un cierto nivel que no suelen ser de los que visitamos habitualmente, más que nada porque su factura final está fuera del alcance de nuestros limitados presupuestos, así que las solemos aprovechar para visitar locales que de otra manera sería complicado conocer, bajo el pretexto de que el gasto está bastante limitado y, en algunos casos, bastante por debajo de su nivel "normal". Ha sido de esta manera que hemos descubierto sitios como Topik, CentOnze, Indochine, el Racó d'en Cesc, Fonda España, Daps, Iki Barcelona, Chez Cocó y ahora este Casa Dario, una marisquería gallega de alto copete, o al menos es lo que sus precios parece que quieren indicar.
 Al llegar nos recibió el que supongo que era el maître, detrás de un mostrador que, a uno que no está acostumbrado a estas cosas, le pareció más propio de un portero de escalera del Eixample, y nos acompañaron a nuestra mesa, que ya estaba pertrechada según se ve en la foto. El folleto que ocupaba el centro de la mesa anunciaba la celebración de unas jornadas de cocina gallega en Barcelona y el menú que este restaurante había preparado para la ocasión a unos precios que causaron alguna que otra arritmia en nuestra mesa, pero que no parecían capaces de escandalizar al resto de ocupantes del saloncito en el que nos ubicaron.

 Como ya he comentado, se trataba de un menú a 25 € (más IVA eso sí) compuesto por un pica-pica para empezar y luego un plato principal y un postre a escoger. A modo de aperitivo y supongo que mientras acababan de preparar nuestro pica-pica nos sirvieron un platillo de chorizo frito con cebolla que cumplió sobradamente su cometido. Para empezar pedimos para beber unas cañas de cerveza y una cocacola, mientras mirábamos la carta de vinos.

El primero de los entrantes fue un chupito de crema de bogavante, muy sabroso pero también muy escaso, y servido en un vaso de chupito de los que regalan como promoción las marcas de bebidas alcohólicas, que me chocó porque esperaba una vajilla un poco más cuidada.

 Seguimos con unos mejillones tigre, esa especie de croqueta servida en las propias conchas de los citados moluscos, que como casi siempre estuvieron resultones y que, como se puede apreciar en la foto, tocamos a dos unidades por cabeza.

 Al mismo tiempo nos trajeron un trozo de empanada de atún a cada uno (de la que no hay foto pero os podéis hacer a la idea) y unas brochetas de langostinos, tres por persona aunque en la foto ya falta una. La empanada estaba más que correcta hasta para el gallego de nuestro grupo que, eso sí, criticó el tamaño de la porción, pero es que él normalmente la come en casa de su madre y le hace una entera para el solo así que era previsible que se quejara. Las brochetas de langostinos se anunciaban como arromescadas pero si no es que el rebozado llevaba romesco no nos enteramos del porqué de ese calificativo. De todas formas nos gustaron bastante.

 Teníamos hasta cinco propuestas como plato principal, entre las que quedaron descartadas el entrecot minute con puré de castañas y el salmón que podía ser a la plancha o al cava. Yo me decanté por los calamarcitos salteados con cebolla confitada y piquillos, tiernísimos y diminutos los calamares, y muy buena la cebolla y los pimientos, y el aceitillo que hacía de salsa estaba tan de rechupete que obligó a pedir más pan.

 Dos de mis compañeros de mesa escogieron un clásico mar y montaña, diría que más propio de la cocina catalana que de la gallega, el pollo rustido con cigalas y salsa americana, con unos muy buenos artistas principales y otra magnífica salsa para untar pan como tontos.

 El último componente de nuestro grupo optó por las supremas de dorada estilo Santurce, y en las que si hubiera que ponerle un pero sería la escasez de guindilla, porque todo lo demás estaba en su punto, tanto la dorada como las patatas sobre las que reposaba y de nuevo ese aceite que casi parecía un pil-pil y que pedía pan a cascoporro. Pan que nuestro camarero fue reponiendo a voluntad y, en las ocasiones que le fue posible, hasta antes de pedirlo, al igual que se encargó de ir rellenando las copas de vino.

 Los postres triunfadores en nuestra mesa fueron las filloas rellenas de crema al coulis de naranja, muy golosas y que pidieron mis tres compañeros de mesa.

 Yo opté por otro postre tan típicamente gallego como es la tarta de Santiago con pestiños, con su habitual suculencia y contundencia, suerte que me ayudaron a dar buena cuenta de él. Las otras opciones que nos ofrecieron y descartamos fueron las cañitas de crema, la crema catalana, el melón al vino dulce y el sorbete de limón.

 Habíamos regado la cena con una botella de albariño Martín Codax y una botella de agua con gas, y al terminar pedimos los acostumbrados cafés, incluyendo un carajillo de Baileys. En la cuenta que adjunto un poco más abajo podréis observar el sablazo que nos pegaron en las bebidas y que es el principal motivo por el que será difícil que volvamos a dejarnos caer por este restaurante, ya que si le sumamos el correspondiente IVA, las cañas de cerveza (ni jarras ni copas, ¡cañas!) nos salieron a 3'25€ cada una, nos cobraron la cocacola (pequeña) a 3'85 €, los cafés a 2'53€ y el carajillo a unos nada módicos 4,40€. El precio del vino lo podéis comparar con el que cuesta en vuestro super, pero es algo más habitual (desgraciadamente) en los restaurantes y más en los de cierto nivel, y el del agua con gas casi me parece barato, visto lo visto, porque creo recordar que era de las grandes. 
 Entiendo que se paga un plus por la calidad y la cantidad del servicio que se recibe en un local como este, y que reconozco que fue magnífico durante toda la noche, con detalles como que por ejemplo el carajillo lo sirvieron en la mesa con la botella de licor delante del cliente, pero en las aguas, las cervezas y los refrescos, que no requieren de gran manipulación ni de unas condiciones de conservación como puede ser el caso del vino, el suplemento que cargan llega a ser sangrante, y más si te dedicas a hacer comparaciones, que como todo el mundo sabe son odiosas.
 De todas maneras quiero acabar reconociendo una vez más que comimos muy bien y que nos sirvieron estupendamente, y que es un sitio para comer de lujo, sobre todo si no os importa pagar por los "intangibles", algo que lastimosamente a nosotros nos duele en nuestra nada abultada cartera, por lo que lo más probable es que si volvemos intentaremos que sea invitados.


Casa Dario
http://www.casadario.com
C/ Consell de Cent 256
08011 Barcelona
93 451 33 95 (es bastante grande y no estaba muy lleno, pero supongo que es mejor reservar)

sábado, 1 de noviembre de 2014

Monegros de Tapas 2014



 Un año más acudimos a la zona de los Monegros por la festividad de Todos los Santos para cumplir con la tradicional cita con los cementerios, y como sucede habitualmente (ya van por la séptima edición) nos encontramos con la celebración de la ruta de tapas de la comarca, que incluye 14 bares y restaurantes de hasta seis poblaciones distintas, aunque curiosa y extrañamente en el folleto sólo aparecían los de cuatro, supongo que los otros dos serían incorporaciones de última hora y llegarían tarde a la imprenta. De todas formas, nosotros nos limitamos a los siete participantes situados en Sariñena, como siempre. En esta ocasión nos dio por acudir temprano y poco después de las 19:30 ya damos inicio a nuestro recorrido por las calles de la capital monegrina. Todos los locales ofertan dos tapas diferentes cada uno y el habitual pack de tapa y bebida cuesta 2'60 euros, con la posibilidad de elegir entre cerveza, vino o agua, y si se prefería un refresco había un suplemento de 0'50 €, que en algunos sitios nos cobraron y en otros no.
 Empezamos por la parte baja de la avenida de Fraga en el Café Alea Dublín donde nos sirvieron unas rodajas de longaniza de Graus (uno de los ingredientes más habituales en las tapas por estos lares, supongo que por aquello del producto de proximidad) con salsa de boletus y foie y a las que acompañaban dos tostadas, una con champiñones y otra con una especie de pesto, que la verdad es que no sé qué pintaban ahí, aunque tampoco me quejaré. A los que nos gusta la longaniza, nos sobraba la salsa o crema de setas, que aun estando rica, no hacía sino enmascarar el sabor del que se suponía y debiera haber sido el protagonista principal.

 La otra tapa de este local eran sus "Delicias de mar", un salteado de sucedáneo de angulas con gambas y alguna verdurita, que no estuvo nada mal.

 En la puerta de al lado está situada la Abadía de los Templarios, en los que suelen nombrar sus tapas como Abadía y Templarios, y eso cada año aunque cambien, como es el caso, las tapas, así que toca apuntarse que lleva cada una. La primera era una brocheta con tres porciones de rollito (o wrap que se les llama ahora) de un pan como de pita con jamón y queso fresco que nos gustó bastante a pesar de su sencillez.

 La otra tapa era algo más elaborada ya que se trataba de una especie de croqueta plana de longaniza, que también nos agradó bastante.

 En la misma calle y un poco más arriba estaban los dos locales siguientes, el primero de los cuales es el Alcanadre, donde en una copa de cóctel tipo Martini nos sirvieron su croquetón de risotto en sopa de boletus.

 Y la segunda tapa era coca de bacalao marinado al eneldo con un pisto frío de tomate, bastante similar a una esqueixada pero con el bacalao en un único trozo.

 Pasamos al restaurante Monegros, repleto de público en esos momentos, y en el que nos costó hasta hacernos con un sitio en la barra, y en el que probamos su pera de bacalao con alioli de tinta. La pera no era tal sino que era brandada de bacalao a la que se le había dado esa forma y luego se había conseguido darle un rebozado verde, supongo que gracias a algún colorante alimentario. La base era una especie de corteza que parecía el pan de gambas que suelen poner en los restaurantes chinos como aperitivo.

 También pudimos disfrutar de su arroz de matanza con camisa de ibérico, un sabroso arroz envuelto en panceta como si fuera un canelón. La verdad es que cada año son de los mejores del certamen, reflejando el elevado nivel de su cocina.

 En la plaza que hay al final de la avenida de Fraga y que sirve de unión con la de Huesca, estaba la siguiente parada de nuestro recorrido, el Hotel Restaurante Sariñena, que junto con el anterior, son de lo mejorcito de la población a nivel culinario. Suelen apostar por guisos bastante canónicos aunque en formatos y presentaciones puestas al día. Este año no fueron menos y empezamos por un soberbio guiso de toro al que casi le sobraba la lámina de micuit de pato que lo coronaba y la salsa de calabaza y naranja sobre la que reposaba, tal era su potencia gustativa.

 Pero es que su otra propuesta no era menos poderosa y no desmerecía en absoluto. Se trataba de otro guiso magnífico, esta vez de pollo de corral con salsa de almendras al que hacía de guarnición un arroz cremoso con berenjenas.

 Tras un par de intentos infructuosos de probar las propuestas del bar Ricks debido a un apagón en esa parte de la población (ya es mala suerte que se les vaya la luz un sábado por la noche), acudimos al cafetín de la pastelería Trallero para dar por finalizado nuestro recorrido por los bares de Sariñena. Haciendo honor al carácter del local siempre preparan una propuesta que sirva de postre y de dulce colofón a la ruta, pero no nos convenció el enunciado de su "salsa tropical con delicia de coco y escarcha de menta" y únicamente probamos su tapa salada, un hojaldre templado con dados de pollo a la mostaza y sal negra, que nos gustó bastante.

 Al final pudimos probar 11 tapas en seis locales distintos y por una vez terminamos a una hora decente que nos permitió volver a nuestro punto de partida a tiempo de retomar con nuestros amigos locales la particular ruta de bares de copas del pueblo.