sábado, 29 de marzo de 2014

Chez Cocó (2014)


 Se volvía a celebrar la Restaurant Week en Barcelona, de nuevo organizada por una conocida web de reservas, y en esta ocasión con la desagradable coincidencia de fechas con la ruta del bacalao, por lo que tuvimos que estirar la cartera y hacer doblete ese fin de semana en sitios no asequibles económicamente, al menos para nosotros, pero no queríamos dejar pasar la ocasión que ofrece esta iniciativa de poder acudir a restaurantes de un cierto nivel a un precio, si no barato, al menos controlado, y es que la idea es que una treintena larga de restaurante de Barcelona ofrecen un menú al precio cerrado de 25 euros, a los que, eso sí, se debe añadir el ínclito Impuesto sobre el Valor Añadido, y lo que cada uno buenamente desee beber, y que, según experiencias anteriores, suelen dejar la cuenta entre los 35  y los 40 euros.
 Nuestro elegido fue el Chez Cocó, un restaurante especializado en pollos asados de los mismos dueños que el aclamado y cercano Casa Paloma, más encarado a las carnes de vacuno. La entrada del local se halla en la avenida Diagonal, entre Casanova y Villarroel, y su amplia sala llega a convertirse en su parte trasera en una estupenda y paradisíaca terraza, que da ya a la calle Buenos Aires. Aunque no suele ser algo en lo que me fije, en este caso se hace imposible no mencionar la decoración del local, muy conseguida, y con unos techos muy altos y muchos espejos en las paredes, que le aportan una amplitud espectacular e impropia de los tiempos que corren, en los que se aprovechan los espacios más allá de los límites de la confortabilidad. La verdad es que eso choca un poco con la, aunque no opresivamente reducida, sí escasa separación entre las mesas de dos de la zona en la que nos ubicaron y como se verá luego en alguna foto, en lo pequeña que se queda la mesa ante la importante cantidad de objetos que se juntan en ella, entre las bandejas de servicio, los platos de complementos, los vasos, las copas, la cubitera, etc. 

 Los entrantes del menú de la Restaurant Week eran fijos y a los pocos momentos de tomarnos nota de las bebidas ya teníamos la mesa repleta como podéis ver, y eso que no sale en la foto la cubitera en la que estaba la frasca de un vino blanco del Penedès que pedimos y que se encontraba a la derecha de la botella de agua y de las copas de vino. Las frascas es como llaman allí a unos recipientes en los que sirven medias botellas, una buena opción para los que una botella se nos hace muy larga y un par de copas no nos llega, además de ser más económico que esto último.

 El tamaño de la porción de paté de pimienta que nos sirvieron era más que importante y la verdad es que nos costó terminarla, y aunque nos repusieron las tostadas en cuanto las terminamos, los últimos bocados fueron ya a palo seco. Del paté en sí mismo decir que era para todos los públicos, esto es, que no era muy fuerte ni sabía demasiado a pimienta, una pena para los que nos gusta esa especia y supongo que un alivio para los que no.

 Bajo la cestita con las tostadas para el paté se pude ver el curioso recipiente en el que nos trajeron el hummus, un sabroso puré-crema de garbanzos bien aliñado y que nos gustó bastante.

 Y aquí se puede ver los triángulos de pan de pita fritos, demasiado aceitosos, que acompañaban al hummus, y en una especie de sartén minúscula, nuestros buñuelos de bacalao, muy buenos y de buen tamaño, con un exterior crujiente y un interior denso y cremoso, con sabor a bacalao como debe ser.

 Una vez vaciada la mesa de los platos de los entrantes, fue rápidamente vuelta a rellenar por los diligentes camareros, con los platos principales en los que cabía elección por nuestra parte. Se podía optar entre un salmón con verduritas y salsa bearnesa o un pollo tomatero al gusto con guarnición también a elegir entre varias posibilidades.
 En la página web donde tuvimos que reservar había más opciones que las que presentaba la hoja del menú que teníamos en la mesa y que podéis ver más arriba, pero el encargado que nos tomó nota nos dijo que era únicamente una cuestión de espacio en el papel y que si queríamos algo que hubiésemos visto en la web no había ningún problema. El pollo tomatero podía ser el clásico, el tandoori, con hierbas, a la cerveza negra, a la sal o picante; y las guarniciones entre las que podíamos elegir eran el puré de patatas, las patatas al gratén, los tomates a la provenzal, las verduras picantes, los cogollos con vinagreta de mostaza, las espinacas con piñones o el arroz basmati con curry.
 Mi compañera se decantó por el pollo con hierbas, que resultó ser un picantón de buen tamaño, muy bien asado con las ya mencionadas hierbas. Con él trajeron una salsera con jugo del rustido para poder mojar sus partes más secas si se consideraba conveniente, aunque no hizo falta de lo jugoso que estaba.

 La guarnición elegida para acompañarlo fueron estos cogollos con vinagreta de mostaza, aunque en realidad más que una vinagreta parecía una crema de lo densa que era, y además se apreciaba en ella una buena mostaza tipo Dijon.  

 Yo elegí el pollo a la cerveza negra, con la agradable sorpresa de llegar a la mesa presentado ya en cuartos, además de venir abundantemente bañado en una suculenta salsa que preciso de casi todo el, por otro lado estupendo, pan del que disponíamos, y el que lamento no haber fotografiado.

 Mi elección de guarnición fueron las verduras picantes, que no parecieron tan picantes hasta el final, en el que me topé de golpe con todo el que había echado en falta hasta entonces. Eran unas láminas de diferentes vegetales un tanto secos y con un ligero punto picante, al menos hasta el ya mencionado final explosivo, que no estuvieron mal para acompañar la abundante salsa de mi pollo pero que seguramente resultarían excesivamente secas con cualquier otra variedad de pollo.

 Dado que el tamaño de las raciones era bastante contundente llegamos a los postres faltos de apetito, una lástima ya que la tarta de chocolate con helado de leche estaba riquísima. Un disco de mousse de chocolate, suave y sabrosa a la vez, a la que acompañaba un refrescante y sorprendente, al menos para mí, helado de leche, que no de nata, que reposaba sobre más mousse de chocolate, esta vez algo más ligera, y unas bolitas crujientes, otra vez de chocolate. Por cierto, en esta foto se puede ver que la cubertería es de un estilo como antiguo, con cubiertos plateados y muy pesados.

 Oímos que a una pareja sentada al lado les ofrecieron tomar el café en la terraza y, dada la bondad de la noche, copiamos tan brillante idea, para descubrir un espacio fantástico, todo un remanso de paz en medio de la ciudad, en la que debe haber bofetadas para conseguir mesa en la que comer o cenar en días de los meses venideros, de clima más favorable para ello. Lo que parecen focos no son tales sino estufas que proporcionaban el calor suficiente para resultar un espacio de lo más agradable, aunque también supusieran un reto insuperable para mi cámara y las torpes manos que la manejan, o sea las mías. Hay fotos de esta terraza mucho mejores en su web que como siempre podéis encontrar al final de esta reseña.

 Tras disfrutar un rato de la terraza alargando lo indecible los cafés, pedimos con renuencia la cuenta, pues costaba marcharse de allí, y en la que al ya sabido coste de los menús (25 € + IVA) se sumaron el agua, la media botella de vino y los cafés, dando un total de 36 euros por persona. Mirando luego la carta y tras leer algunos blogs nos dimos cuenta que no debe ser mucho más caro comer aquí a la carta, puesto que la verdad es que dado el buen tamaño de los pollos, a nosotros nos sobró el postre y podíamos haber prescindido de algún entrante, e incluso puede salir más barato ya que se pueden pedir los entrantes y un pollo para compartir entre dos, pero un día es un día y que nos quiten lo "bailao". 
 El servicio estuvo fantástico toda la noche, tanto el encargado que nos tomó nota y se preocupó por algún otro detalle durante la cena, como los camareros que nos atendieron, ágiles, diligentes y muy amables toda la noche, tanto los del comedor como la chica que atendía la terraza.
 En definitiva, se trata de un sitio que nos gustó mucho, con muy buena presentación, tanto del espacio como de la comida, y muy buena calidad en ésta última, como debe ser, que no está reñido el ser bonito con el ser bueno, y si bien no es barato (me da a mí que ya no quedan sitios con las tres B), tampoco es excesivamente caro, y aunque no sea prioritario para el que suscribe, entiendo que hay que pagar también el envoltorio. A ver si encontramos pronto una buena excusa para volver en otra ocasión a esta zona de la ciudad poco transitada por nosotros.


Chez Cocó
http://www.chezcoco.es
Av. Diagonal 465
08036 Barcelona
93 444 98 22
De Lunes a Sábado de 13:30 a 16:00 y de 20:00 a 23:30

viernes, 28 de marzo de 2014

Semproniana (2014)



 Por tercer fin de semana consecutivo aprovechamos la 2ª ruta del bacalao de Barcelona y acudimos a uno de los restaurantes participantes en ella (aquí y aquí podéis ver nuestras dos primeras experiencias), en este caso se trató del Semproniana de la mediática chef Ada Parellada, que no conocíamos y que ya de entrada he de reconocer que nos gustó mucho.
 Nada más entrar se encuentra lo que parece, pero enseguida se demuestra que no lo es, una cocina de juguete, y en la que supongo que será donde impartirá sus famosos cursos de cocina para niños, y tras atravesar un pequeño pasillo enlazamos con la sala del restaurante propiamente dicho, un espacio diáfano y bastante amplio, con los consecuentes problemas de ruido ambiental que ello comporta, y es que cuando se llenó, casi hasta la bandera, se acrecentó el barullo y se hizo algo molesto.
 A destacar también como está decorado el local, con profusión de objetos antiguos, casi siempre relacionados con la cocina, y reciclados o reaprovechados, ya que les suelen dar un uso diferente al que se les supone. Como ejemplo, las botellas que tienen dentro papeles que hacen de cartas, como el conocido "mensaje en una botella" que cantaba Sting en sus tiempos con The Police; o el escurridor que hacía de portavelas en el centro de nuestra mesa. Otro detalle de la decoración es que no encontramos, aunque las buscamos, dos sillas iguales en todo el restaurante, tampoco es que lo registrásemos a conciencia pero aun así...Vamos que se trata de un sitio diferente desde el primer golpe de vista, que te puede gustar o no, más o menos, pero seguro que no te dejará indiferente. La iluminación no es que sea su fuerte tampoco, y es por ello que el uso del flash se volvió poco menos que imprescindible.

 Y pasando a lo que realmente importa, al menos a mí, una vez les dijimos que veníamos a probar su menú de la ruta del bacalao, nos pusieron una cubitera con la ínclita Inedit en una cubitera que descansaba en una especie de trona, como si fuera un niño, nos trajeron la solicitada botella de agua, una cestilla con panecillos y un cuenco con unos ajos en vinagre que hicieron de aperitivo. En un principio sorprende bastante que te den ajos enteros, pero yo ya llegaba avisado y sabía que no es tan bestia como parece, ya que en realidad no saben a ajo casi nada, y lo que predomina es el aliño avinagrado y el sabor de las hierbas en que los han marinado, todo eso sin perder un ápice de frescura ya que mantienen la textura de completamente crudos.

 El primer plato que nos sirvieron fue una brandada de bacalao servida sobre un brownie de olivas negras, con polvos de tomate y de la misma aceituna para decorar el plato, además de un aro de pimiento rojo y un crujiente hecho de la piel del bacalao. Nos gustó mucho y por ponerle una pega decir que el brownie estaba aún algo frío de la nevera y tal vez por ello no sabía demasiado a aceituna.

 Luego llegaron las anunciadas tres alcachofas, en crema, confitadas y fritas. En el centro de una sabrosa y estupenda crema de alcachofas, emergía una alcachofa confitada, muy tierna, que era coronada a su vez por unas finísimas chips de la misma verdura triplemente protagonista. Muy buen plato con tres texturas de un mismo producto, claro que te tiene que gustar la alcachofa.

 El plato principal nos recordaba de nuevo quien es el verdadero protagonista de la ruta, el bacalao, y para ello nos presentaron un imponente pedazo (¡era un trozo realmente grande!) de ese apreciado bicho, bañado en unas salsas de miel y romero, que pecaron de tímidas en comparación al bacalao, que les ganó la partida por completo. Tal vez un poco más de potencia en los sabores de las salsas le hubieran aportado matices interesantes al bacalao, aunque también es cierto que éste no los necesitaba en absoluto. Sí ayudaban a ello en cambio, el crujiente de miel y las minúsculas y soberbias cebollitas glaseadas que se encontraban encima y debajo respectivamente de tan apreciable porción de bacalao.

 Con poco o ningún apetito encaramos el capítulo final del menú, la copa de chocolate y naranja, por lo que es aún más meritorio lo buena que nos pareció a todos, en la que un gajo de naranja y algunos hilos de su piel confitada, reposaban sobre una suave mousse de chocolate que encerraba unas bolitas crujientes del mismo elemento y, aunque no se aprecia, en el fondo todavía existía una tercera textura de chocolate, más sólida y más potente, casi como la parte interna de un coulant. No soy muy amante de los postres pero éste me gustó muchísimo, lo cual ya querrá decir algo.

 Pedimos los acostumbrados cafés para terminar la cena, y con ellos, y para acompañarlos, nos trajeron esta impresionante especie de "coca de vidre" con sésamo, muy buen detalle que, ahora sí, ya nos costó apreciar en lo que valía por lo llenos que estábamos.

 Tras ello pedimos la cuenta en la que se puede ver que sólo se reflejan los menús de la ruta del bacalao y los cafés, por lo que se nos quedó la cosa en unos 32 euros por persona, muy buen precio por la calidad y cantidad que habíamos recibido, y que hizo que pusiéramos este restaurante en la lista de futuribles para próximas ocasiones, ya que nos gustó su propuesta.

Semproniana
http://www.semproniana.net/
c/ Rosselló 148
08036 Barcelona
934 531 820
Todos los días de 13:30 a 16:00 y de Martes a Sábado de 21:00 a 23:30

viernes, 21 de marzo de 2014

La Conca (2014)



 Segundo fin de semana de vigencia de la 2ª ruta del bacalao de Barcelona y segundo restaurante que visitamos para disfrutar de sus propuestas basadas en el citado pescado (aquí podéis ver nuestra primera experiencia de este año). De hecho ya lo habíamos intentado la semana anterior pero el inusual hecho de que no abran los sábados por la noche nos impidió acudir. Esta vez reservamos el viernes por la noche, y suerte que lo hicimos porque se ocuparon todas las mesas, al menos las del piso inferior, ya que parece que hay más espacio en un piso superior, no sé si reservado para grupos.
 Se trata de un sencillo y humilde restaurante muy cercano a la Sagrada Familia con un aspecto exterior poco atractivo pero con una propuesta culinaria sólida y clásica, al menos en el menú que ofrecen en esta ruta, aunque una pizarra con las apetitosas propuestas del día desmentían en parte esa primera impresión. No llegamos a ver la carta pero los platos que vimos pasar con destino a mesas vecinas despertaron nuestro interés y, aunque se encuentra bastante alejado de nuestras zonas de confort habituales, nos dejaron con las ganas de volver para descubrir su cocina con mayor profundidad.
 Nos ubicaron en una mesa redonda en una esquina, y estuvimos muy cómodos allí, a pesar de la, en un principio, temida cercanía de la cocina con su constante tráfico de platos y personas. Ya lo había visto en algún otro sitio pero me gustó la manera de mostrar la carta de vinos; en una especie de repisa que hay en los costados de la sala tienen una botella de cada variedad con una etiqueta colgada del cuello con su precio, como si fuera la exposición de una tienda.
 Pero pasemos a lo principal, que es lo que comimos y bebimos allí. Nos pusieron una cubitera en el centro de la mesa con la consabida botella de cerveza Inedit, que para eso deben patrocinar el evento, y otra de agua, y acto seguido nos sirvieron una porción de su mousse de escalibada con anchoas y bacalao. Como se puede ver en la foto era un especie de puding o pastel de textura tirando a pastosa, decorado con una anchoa, medio tomate cherry y una tira de bacalao desmigado, como "esqueixat", además de presentar el plato pintado con un hilo de la ya cansina reducción de balsámico. Como observará el lector avispado no soy muy amigo de este tipo de elaboraciones, y hubiese preferido una presentación más clásica o bien una textura aún más etérea. De todas maneras deben ser cosas mías porque a mis compañeros de mesa les gustó bastante, pero es más una cuestión de aversión a ciertas texturas, ya que el sabor era el adecuado.

 Seguimos con la esqueixada de bacalao con pétalos de tomate y olivada, en una presentación en forma de timbal, un plato que no por clásico, es menos remarcable. Estupenda esqueixada, de las mejores que hemos probado nunca, bien resaltada por la olivada y el buen chorro de aceite con que la regaron. Muy bueno.

 Y como plato principal llegaron estas tres cazuelitas con bacalao cocinado de tres formas diferentes, con samfaina, con muselina de ajo y a la llauna con sus judías. Decidí empezar por la que me parecía la más sencilla de las tres elaboraciones, la de la samfaina, pero tras el primer bocado, y tras saltárseme las lágrimas al comprobar la excelencia de la samfaina, opté por dejarla para el final. Con toda seguridad es la mejor samfaina que he probado nunca en un restaurante, y prácticamente a la misma altura que la de mi madre, que ya es decir. Más normalito (¡pero claro después de eso...!) era el bacalao a la muselina de ajos, un plato que era de lo más moderno hace unos años pero que ha aguantado bastante mal el paso del tiempo, o a lo mejor es que personalmente ya lo he aburrido. El tercer platillo era de bacalao a la llauna, otra elaboración de lo más clásica, con las habituales judías de guarnición y en el que por ponerle un pero,  personalmente eché en falta la, por otro lado acostumbrada, presencia del pimentón, claro que si fuera por mí el color de este plato sería rojo por aclamación. Tres presentaciones clásicas de nuestro protagonista principal, de gran factura en todos los casos y que constituyeron un contundente y saciante plato principal.

 Nos dieron a elegir de una larguísima carta de postres cantada a pie de mesa, de esas que cuando el camarero acaba la perorata, te hace preguntar; "lo primero que has dicho era...?" , a lo que el solicito y amable servidor (que no sirviente) vuelve a la prolija enumeración de delicias dulces, con un resultado similar al de la primera ocasión, y al final escoges algo de lo poco que se te ha quedado en la mollera ("tenías un helado de no sé qué, ¿verdad?"). Elegimos un postre distinto cada uno pero con una clara predilección por las mousses, ya que optamos por la de mojito, la de limón y la de vainilla con manzana, y nuestro cuarto compañero se quedó con un flan de turrón, creo. Lamento decir que no hay fotos de ellos, y que tampoco pasarán a nuestra memoria como recuerdos que marcar a fuego en ella. Tal vez fue una mala elección por nuestra parte o simplemente que ya estábamos bastante llenos y no los disfrutamos en lo que realmente valían. 
 Tras tomarnos nuestros respectivos y habituales cafés, pedimos la cuenta y ascendió a menos de 28 € por cabeza, ya que al precio marcado del menú únicamente hubo que sumar una botella de agua y los cafés, ya que regamos toda la comida con la consabida Inedit, que fueron reponiendo a medida que se acababa, y dado el ágil ritmo de entrega de los platos, la cosa no se prestó a pedir vino.
 En resumen nos gustó el sitio y al salir ya nos planteábamos volver en otra ocasión para probar los platos que habíamos visto y leído. Eso sí, dejar apuntado que no se trata de un restaurante de lujo sino "sólo" uno de esos locales donde se puede comer bien sin dejarse la cartera.


La Conca
http://www.la-conca.com/
c/ Lepant 297
08025 Barcelona
933 480 393
De Lunes a Sábado de 9 a 12 y de 13,15 a 16 h. y de Miércoles a Viernes de 20,30 a 23 h.

sábado, 15 de marzo de 2014

Osmosis (2014)


 Con el fin de los carnavales y el inicio de la cuaresma, llega a nuestra ciudad la segunda edición de la "Ruta del Bacallà" (se pueden ver nuestras experiencias en la 1ª edición aquí y aquí), una iniciativa para promover el consumo de bacalao en la que 33 restaurantes de Barcelona proponen durante casi un mes, desde el 13 de Marzo al 6 de Abril, un menú basado en ese pescado, con gran variedad de propuestas, tanto de precios (que van desde los 25 hasta los 50 euros), como de tipo de restaurantes (desde estrellados hasta bares de tapas), como en el número de entregas de los propios menús.
 Para estrenar la ruta de este año optamos por uno de los restaurantes de mayor nivel de los que participan, el Osmosis (¿o será Ósmosis?) de la calle Aribau, al que hacía días que le tenía echado el ojo pero su coste elevado siempre postergaba nuestra visita, y la posibilidad de poder acceder a él con un menú al precio cerrado (¡y muy atractivo!) de 35 euros nos acabó de dar el empujón definitivo.
 El local está dividido en dos plantas de las que sólo vi la inferior en la que nos ubicaron, de morfología estrecha y alargada, poco más que un pasillo con mesas a un solo lado, que le confiere una presencia algo pobre bien maquillada por una agradable decoración. Al llegar a la mesa nos esperaba un folleto de la ruta del bacalao personalizado con el menú que nos iban a servir.

 En una mesa muy bien dispuesta, con un muy buen menaje, nos trajeron los primeros aperitivos mientras elegíamos la bebida, cuestión muy sencilla ya que empezamos con la cerveza Inedit que incluía el menú más una botella de agua. 
 Los aperitivos consistían en unas carnosas olivas sicilianas marinadas en el propio restaurante y unas piruletas de sobrasada con miel y quicos. Efímero y esponjoso bocado la piruleta, y muy sabrosas las aceitunas de un color verde subido poco habitual.

 Para acompañar toda la comida nos dejaron una degustación de aceites y sales. En el recipiente cuadrado nos sirvieron un poco a cada uno de un aceite de arbequina y picuda elaborado en exclusiva para el restaurante, y del que nos dejaron la botella encima de la mesa para reponer a nuestro gusto, nos dijeron la procedencia pero sólo recuerdo que era catalán. En el platillo cuadrado una mini-aceitera con aceite de Jaén, más intenso que el anterior y del que no recuerdo las variedades con el que estaba elaborado, y tres recipientes con diferentes tipos de sal, una sal maldon de Australia, una sal rosa de Inglaterra baja en sodio y una sal negra de Vizcaya mezclada con hierbas baja en magnesio. También nos sirvieron sendas porciones de un tremendo pan de payés, estupendo y de los mejores que recuerdo haber comido, que reponían en cuanto mermaba en el platillo, casi sin esperar a que despareciese.

 El último aperitivo, y el primero que se anunciaba en el menú de la página web, era un vasito de brandada de bacalao sobre praliné de avellanas, que me pareció una gran combinación, sabrosa y sedosa, casi diría elegante, me gustó tanto que lamenté el pequeño tamaño de la ración que nos sirvieron, que ya sé que es un aperitivo, pero me supo a poco, ¡qué queréis que os diga! Para reflejar el tamaño del vasito no hay más que compararlo con el pie de la copa o el vaso de agua, y señalar que la cuchara era más de café que de postre.

 El primer entrante era una crema de salsifíes con zamburiñas, los salsifíes son unas raíces comestibles que están más o menos de moda en la alta cocina, y aquí nos los presentaron en formato crema, de profundo y fabuloso sabor, con un par de ejemplares del citado molusco, que para los que no las conozcan diré que son una especie de vieiras pequeñas. Nos gustó mucho.

 Impresionante el aspecto esponjoso de la miga del pan, que casi parecía bizcocho de lo densa que era.

 Seguimos nuestro menú con el arroz de  acelgas y espinacas con sepietas, en el que el grano estaba muy poco hecho, tal vez demasiado. Por lo que he leído por ahí parece que es tendencia acortar las cocciones, incluso en pastas y arroces, pero o se les fue un poco la mano o es que no tenemos el paladar acostumbrado a la cocina de vanguardia porque a los tres nos pareció que estaba demasiado poco hecho, más crudo que otra cosa, con una textura muy crocante. De todas maneras el sabor era bueno, a los mencionados vegetales, y bien acompañado por las pequeñas sepias. Fue el plato menos celebrado en nuestra mesa.

 El plato de pescado fue un pedazo de bacalao confitado con calçot, romesco y chutney de mango, este último muy dulce, casi como un membrillo, y al que para mi gusto le faltó el punto picante que suelen tener este tipo de elaboraciones. En todo caso, muy bueno el bacalao, pero testimoniales tanto el trozo de calçot como la línea de salsa romesco que servía más para decorar que para acompañar.
 A estas alturas ya nos habíamos terminado las cervezas incluidas en el menú, y nos sirvieron unas copas de vino blanco de las que no recuerdo gran cosa, ni nombre ni variedad de uvas, únicamente que uno de ellos estaba elaborado por la bodega en cuestión para este restaurante en particular.

 La última entrega salada del menú era la ternera a la bearnesa con salteado de setas variadas. Otro plato en el que se echó en falta algo más de cantidad, ya que sólo había tres láminas de una, eso sí, estupenda carne de ternera poco hecha, que descansaban sobre un lecho de setas de varias clases salteadas. Nos trajeron unos recipientes con la salsa bearnesa aparte, pero no hizo falta, ya que la carne estaba estupenda sin más aditamentos que la salsa de carne que le aportaba humedad.

 Le comentamos al camarero que nos atendió (y que luego he descubierto que es el copropietario) que una persona de nuestro grupo no comía carne roja y muy amablemente se prestaron a  preparar prácticamente el mismo plato pero con rape en lugar de la ternera, y que tampoco necesitó salsa para convencer. Destaco el detalle de que nos cambiaran el plato porque no suele ser nada habitual en menús promocionales y, en principio, cerrados como este que nos ocupa, aunque ya es más habitual en los menús propios de los restaurantes, pero la categoría se demuestra en detalles así. Un diez.

 El postre era un crujiente de fresa, con moras y arándanos y una bola de helado de vainilla, con una especie de salsa de frutos rojos en el fondo, y que convenció a dos tercios de la concurrencia, aunque en mi caso era bastante fácil porque soy muy fan de la combinación de esos frutos con los lácteos (helados, yogur,...).

 Detalle de la curiosa vajilla utilizada y de la lámina de fresa crujiente que coronaba el helado.

 No pedimos cafés por lo que nos perdimos los más que posibles petit fours, pero fueron cosas del directo y otra vez será, espero. Aun así la cuenta se disparó hasta más de 47 euros por persona (desde los iniciales y previstos 35) a causa de conceptos como el pan y entretenimientos, por el que nos cobraron algo más de 3€ a cada uno, pero sobre todo por las 5 copas de vino que tomamos a un coste de 4,5€ por unidad. No dudo de la calidad y por lo tanto de la justicia del precio de la copa, pero sí de la cantidad que nos sirvieron, ya que salvo en una de ellas, las otras cuatro parecían más la cantidad que se sirve para dar a probar el vino que la que se pone al servirlo. En todo caso, como ni siquiera pedimos la carta de vinos y directamente nos pusimos en sus manos, la única culpa, si la hubiera, sería nuestra por no informarnos debidamente. En todo caso, en posteriores visitas, tendremos que vigilar este aspecto.
 El servicio estuvo fantástico, como corresponde a un sitio de este nivel, y más si el que sirve las mesas es uno de los dueños, con el previsible nivel de implicación que ello implica, y es que estuvo atento, solícito y amable toda la velada, explicando con gran lujo de detalles la composición de los platos, la procedencia de los aceites y las sales o las características de los vinos, de hecho fue tan prolijo en sus explicaciones que al final se te escapan y olvidan la mitad de ellas, y es que me hubiera hecho falta tomar notas para poder transcribirlos aquí.
 En definitiva se trata de un restaurante de altísimo nivel al que me gustaría volver pero su coste, a la par que su categoría, hará que no sea pronto a no ser que cambien mucho las cosas, cosa difícil dado que no suelo jugar a la lotería, primitiva ni demás juegos de azar que podrían permitir un drástico vuelco en mis finanzas.


Osmosis
http://restauranteosmosis.com/
C/ Aribau 100
08036 Barcelona
934545201
Todos los días de 13:30 a 15:30 y de 20:00 a 23:30

sábado, 8 de marzo de 2014

Somorrostro (2014)


 Acudimos por segunda vez a este restaurante de la Barceloneta, y como en la primera ocasión lo hacemos aprovechando una oferta de una conocida página web, gracias a la cual pudimos disfrutar de un menú degustación por 22 euros con las bebidas a pagar aparte. Dicho menú consta de un aperitivo, dos entrantes, un plato de pescado, un plato de carne y el postre. 
 Además, antes de empezar y mientras elegíamos las bebidas nos pusieron unas muy buenas olivas para ir haciendo boca. Como tienen oferta de vinos a copas optamos por esta opción, tomando un par de copas de un albariño llamado Bicos, muy afrutado y demasiado dulce para mí, que me gustan los vinos algo más secos. También probamos una copa de Coto de Hayas blanco, vino de la variedad chardonnay, y otra copa de Apertas, un godello de la misma bodega que el Bicos.

 Como aperitivo nos trajeron un dumpling (un tipo de empanadilla oriental) de rabo de buey servido sobre unas verduritas, como una sanfaina, muy sabroso, en la que la potencia del guiso de carne sobresalía por encima de los demás ingredientes.

 El primer entrante fue un trozo de bacalao confitado con una crema de calabaza y coco, y una mermelada de tomate que permitía jugar con los distintos sabores. Me gustó bastante y eso que siento una sincera animadversión al coco.

 El segundo entrante fue una composición con patas de bogavante y calamar acompañadas por unos puntos de brandada de bacalao y un cordón de salsa de pimiento rojo. Muy buenos ingredientes por separado que no acabaron de unirse del todo bien en el plato. Aun así nos gustó bastante.

 Sencillamente excepcional nos pareció esta morena frita servida en un guiso de alubias y habas con almejas, que constituía el plato de pescado del menú. Sabrosa y crujiente la morena, tersas y fabulosas las alubias y fabulosas las habas prácticamente crudas en un soberbio caldo que nos tomamos a cucharadas. Muy bueno.

 Tras el rotundo triunfo del plato de pescado nos defraudó un poco el plato de carne, una lasaña (más bien una terrina) de cabrito con trinxat, kumquat y salsa de manzana. No es que estuviera mal pero le penalizó en demasía aparecer después de tan dura competencia. Y eso que las guarniciones, tanto el trinxat como la salsa de manzana, así como la cebolla y el espárrago triguero, le aportaban una variedad muy de agradecer.

 Nos dijeron que el menú incluía, o bien dos postres, o bien un plato de quesos y un postre y sin dudarlo nos decantamos por esta segunda opción. El plato de quesos consistía en tres trozos de otras tantas variedades, acompañados por unas confituras para contrastar los sabores. Si bien las porciones eran diminutas (véase sino la lámina de fresa para comparar los tamaños), los tres quesos estaban estupendos y nos gustaron mucho, especialmente el del centro. Preguntamos por las variedades y sólo nos supieron concretar que eran de tres clases de leche diferentes (oveja, vaca y cabra) y que eran de la zona (entendimos que querían decir que eran catalanes), sin proporcionar más información, en el seguramente único lunar en una, por otra parte exquisita, atención por parte del personal de sala, atento y amable toda la velada.

 El postre propiamente dicho fue un cremoso de chocolate sobre brownie de nueces y avellanas. Como el plato anterior también nos fue servido en una ración bastante pequeña, aunque esta vez casi lo agradecí porque aunque me gusta el chocolate, me empalaga bastante y prefiero tomarlo con moderación, como dicen que hay que hacer con el alcohol.

 No tomamos cafés porque teníamos algo de prisa, y como ya habíamos pagado la cena con anterioridad sólo nos quedó abonar las bebidas. Al final la cuenta total subió muy poco de los 30 euros por cabeza, una estupenda relación calidad-precio, que sin duda empeoraría si no hubiéramos aprovechado la oferta, ya que el menú degustación está anunciado a 44 euros por persona, y tampoco sé si, sin la oferta, los platos serían exactamente los mismos ni en las mismas cantidades.
 En las dos ocasiones disfrutamos muchísimo de un menú degustación basado mayoritariamente en el pescado, como no podía ser de otra manera estando en el barrio marinero por excelencia de Barcelona, aunque por lo que hemos podido ver tampoco tratan mal el tema de la carne. Un restaurante al que sin duda volveremos, sea aprovechando de nuevo una oferta o sin ella.

 Adjunto una foto de la pizarra que se encuentra junto a la puerta del restaurante y en la que se puede ver las distintas opciones de menús que ofertan y sus precios. Como no se ve del todo bien apuntar que el menú de dos platos cuesta 25 euros y el de tres platos está a 30 euros, supongo que en los dos casos serán raciones completas, más abundantes que las del menú degustación.


Somorrostro
http://restaurantesomorrostro.com/
C/ Sant Carles 11
08003 Barcelona
932 250 010
de Jueves a Lunes de 20:00 a 23:30 h. y Domingos de 14:00 a 16:00 h.