jueves, 21 de febrero de 2013

De Tapes per Barcelona 6


 La sexta edición de la ruta de tapas de Barcelona patrocinada por Damm se ha celebrado entre el 21 de Febrero y el 6 de marzo, y como suele ser habitual, más que por sorpresa, ha sido a traición, ya que aunque uno se registre en su web para que te vayan informando o te avisen, al final lo único que funciona para enterarte de la celebración de una nueva edición es ir comprobando periódicamente su web y su perfil de Facebook, y aún así hay que tener suerte para enterarte antes de ver los cartelones anunciadores en las puertas de los bares. Y tras la rajada contra la organización, departamento comunicación, vamos a lo que interesa (al menos a mi, que para eso soy el que hago este blog), que no es más que la reseña de lo que pude (o pudimos) catar y donde lo hicimos. 
 Dado que este año la página web (http://www.detapesperbarcelona.es) era menos informativa que nunca, ya que se ve que intentaban potenciar el uso de una aplicación para smartphones que se habían sacado de la manga, decidí acudir a los bares más cercanos a mi casa para empezar la ruta y hacerme con algún plano de los de antes, de papel, donde estuvieran los horarios de los bares y las direcciones exactas, ya que alguno de los nuevos locales no sabía situarlos con certeza, y el plano general es de toda Barcelona y es más indicativo que otra cosa. Así que el mismo día de inicio, el jueves 21 de Febrero, me fui a hacer el vermutillo a los dos bares participantes vecinos de la Barceloneta.
 La primera fue casi en la frente, porque aunque en la autodenominada Taberna Gastrónomica L'Òstia, sita en la plaza Barceloneta (o Plaza Sant Miquel para los nativos del barrio), tenían el cartelón que anunciaba que allí participaban en el certamen, tras unos minutos de confusa espera me anunciaron que dicho evento aún no había empezado, y que lo haría en los días siguientes. Tras consultar el mapa cuya portada veis al principio (que tenían allí y del que me apropié), les hice ver que en teoría ya había empezado y que se suponía que tenían que acompañar mi, a esas alturas ya terciada, cerveza con la tapa correspondiente. Al fin llegó la, más que esperada, ansiada "Parmentier", una fina crema de patata con una yema de huevo, foie y trufa, que la verdad es que estaba estupenda, aunque era un más plato propio de un restaurante de altos vuelos que de una tapa de bar, pero sería del género tonto quejarse de que se lo curren así de bien.
 (Tanto esta foto como la siguiente están hechas con el móvil, casi todas las demás con la cámara, excepto en las que indique lo contrario. He intentado que en todas salga la botella o el vaso de cerveza para tener una referencia más o menos válida y poder comparar así el tamaño de las tapas.)

 Justo enfrente está el Can Ganassa, un clasicazo del barrio de toda la vida, que parece que está viviendo una segunda juventud con la aparición de las hordas de guiris por la Barceloneta. Este es un bar de tapas de sota, caballo y rey, es decir, no esperéis inventos ni innovaciones, sino las tapas y platos de toda la vida, en cantidades y tamaños que van del decente al más que importante. En este caso su tapa estaba anunciada como "Calamar relleno Can Ganassa", aunque veréis en la foto que no era uno sino dos los calamares servidos por persona, y se puede entrever el hecho que para acabar con toda la salsa que me pusieron me hubiera hecho falta más de media barra de pan. Por cierto, el relleno era de gambas y la salsa de almendras, muy bueno todo, y si en casa no hubiese tenido esperando la comida en el plato, sí que habría pedido algo de pan para untar, ¡lástima! y otro día será.

 Con el plano en la mano y pudiendo planificar un poco la ruta, quedé con un amigo esa misma tarde cerca del Arco del Triunfo para iniciar nuestro periplo por los bares de Barcelona. Nuestra primera parada fue en el cercano Bar Torres, donde pudimos probar su "Sandwich vegetal", con atún, lechuga, tomate, huevo duro y mayonesa, de importante tamaño y que aseguraba que ese día no pasaríamos hambre aunque el resto de tapas fueran diminutas.

 Dado que el siguiente miembro que se añadiría a nuestro pequeño grupo no es demasiado amigo de la carne aprovechamos para hacer tiempo en el Sandwitch & Friends del paseo del Borne con su "Miniburguer Xavi", una pequeña hamburguesa con cebolla y una salsa de queso de cabra bastante apetitosa.

 Una vez ampliado nuestro número en un 50%, es decir, que ya éramos tres, nos fuimos hasta el Bar Àngel de al lado de la estación de Francia donde nos sirvieron su "Vieira con envoltini de papada ibérica pura", que era el anunciado molusco pasado por la plancha envuelta en una fina tira de papada y servida sobre una cama de judías blancas. Estaba bastante buena, pero creo que no le ayudó nada ir acompañada de cerveza, le hubiera sentado mucho mejor un vinito. En otro orden de cosas, nos gustó bastante el sitio y es un futuro destino a tener en cuenta si estamos por la zona.

 Muy cerca teníamos la siguiente parada en nuestro recorrido, el Bar Navia, uno de esos sitios que parecen estar siempre abiertos (tal vez lo estén) y que ofrecían una "Brocheta de rape y langostino" con salsa de langosta, enunciado que despertó muchas expectativas y no llegó a cumplirlas del todo, pero seguramente la culpa fue nuestra justamente por ir con ideas preconcebidas. No estaba mal.

 Al otro lado del borne está el Llamber, de reciente apertura y que presumía de raíces asturianas con sus "Patatinas al cabrales con praliné de avellanas", tres pequeñas patatas confitadas, muy buenas, coronadas por una crema del citado y odorífero queso en una concentración muy reducida que la hacía apta para todos los públicos, excepto tal vez para los muy amantes del cabrales, que echarían en falta mucha de la fuerza y del carácter de ese queso, aunque creo que hay que entender que lo hubieran suavizado para llegar a un público más amplio. Otro sitio para apuntarse para el futuro en el que parece imprescindible la reserva previa, dado el elevadísimo nivel de ocupación que observamos ese jueves por la noche.

 Dejamos el Borne y subimos hasta el Alsur Carders, en la calle del mismo nombre, donde pudimos probar su "Arepita Quail", una miniarepa de maíz rellena de huevo, jamón y queso y acompañada por una brutal salsa dulce y picante, una especie de chutney de tomate deliciosa. En la foto se ven tres arepas pero eran una para cada uno, supongo que las sirvieron juntas para no cargar tanto el lavavajillas y así ahorrar en agua y detergente, muy ecológico y sostenible, al igual que la austera ausencia de luz que hizo imprescindible el uso del flash para poder captar estas imágenes.

 Detalle del relleno de la arepa y de la oscuridad reinante en el local. 

 En el Cafè d'en Victor no se cortaron un pelo y llamaron a su tapa " Las tres Maravillas", y consistía en una especie de pasta filo rellena de patata a la crema y parmesano, lacón gallego y brie, aderezado con aceite de oliva, pimentón picante y trufa, aunque a está última se la notó muy poco, por no decir nada. Además llevaba unas escamas de sal por encima por lo que la suma de sabores era cacofónica en el paladar, un claro ejemplo donde menos hubiera sido más. No es que estuviera mal pero para mi gusto llevaba demasiadas cosas.

 Tras haber hecho tarde al horario de tapas de La Taverna del Bisbe y llegar a la Cala del Vermut justo cuando cerraban, nos fuimos hasta el Set de Gòtic, un local con un impresionante mostrador frigorífico a la entrada que mostraba una sugerente variedad de quesos y embutidos, ¡otro para la lista de futuribles! Su tapa se llamaba "Pecado del perol" y era un sabroso milhojas de de butifarras blanca y negra del perol, patatas asadas y jamón, gratinado con queso de cabra. Nos gustó mucho a los tres.

 En un principio no nos atraía mucho, pero dada la hora que era ya y la cercanía al bar anterior, fuimos hasta el Edelmann del Portal del Ángel a ver que tal estaba su "Croqueta de pollo con curry rojo" y la verdad es que nos gustó bastante. Para empezar era un croquetón más que una croqueta, no hay más que observar en la foto el tamaño tanto del tenedor como del vaso de cerveza, y luego tenía un intenso y muy buen sabor a pollo, tal vez el único pero sería que prácticamente no notamos el anunciado curry rojo, lo que la hubiera elevado a la excelencia, aunque, y como he comentado en el caso del Llamber y el cabrales, entienda la necesidad de suavizar los sabores fuertes para no espantar al gran público.

  Casi eran las once y media de la noche de un jueves cuando dimos por acabada nuestra singladura en El Reloj, bar que da nombre al grupo del mismo nombre y al que pertenecen el Navia o La Gloria entre otros, y donde pudimos disfrutar de sus "Pinchitos de pulpo a feira" y que no era más que una versión en vertical de la más famosa tapa gallega, vamos que cogieron un trozo de pulpo de lo más clásico y lo clavaron con un palillo encima de un no menos clásico trozo de patata hervida. Ya se ve que reservaron la imaginación para la presentación (y tampoco es que necesitaran a Ferràn Adrià) porque la tapa era de lo más manido, aunque, eso sí, la hicieron muy buena. Allí mismo nos tomamos un café y nos despedimos hasta el día siguiente donde lo retomaríamos donde lo dejamos.

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 Para no repetir nuestro fiasco del día anterior y porque nos apetecía mucho probar su tapa, el "Tataki de atún rojo", el viernes 22 quedamos sobre las 7 de la tarde en La Taverna del Bisbe de la plaza de la catedral, y por fin pudimos satisfacer nuestro deseo con tres láminas por cabeza del citado animalejo prácticamente crudas, pero a nosotros ya nos va eso, y estupendamente acompañadas por un coulis de mermelada de tomate y unos hilos de pieles de cítricos (limón, lima, naranja,...). Muy bueno pero eso ya nos lo imaginábamos al leer la lista, de ahí nuestro interés en probarla.

 El otro sitio de la zona que no habíamos podido probar el día anterior era La Cala del Vermut 2, donde ofrecían el "Montadito marinero de la Cala", una rebanada de pan untada con una crema que anunciaban de bonito y cangrejo y decorada con un trozo de huevo duro, un langostino hervido y pimiento. Otra tapa a la que le perjudicaron nuestras expectativas, ya que sin estar mal, esperábamos más.

 Nos trasladamos enfrente del Palau de la Musica, al Alsur Café, donde un personal algo desbordado y agobiado nos sirvió un "Montadito con crema de guisantes" a cada uno, con camembert, menta y jamón tostado, y del que sólo recuerdo el queso y el jamón tostado.

 Volvimos sobre nuestros pasos para ir al Blau Cuccina e Caffe, al lado del mercado de Santa Catalina, el local de unos italianos de lo más dicharacheros y muy simpáticos, donde probamos la "Parigina", una especie de pizza de jamón dulce y queso scamorza sobre una masa más parecida a un hojaldre que a otra cosa y que estuvo bastante bien pese a su simplicidad.

 Luego nos fuimos a El Tacón Rojo, detrás del Ayuntamiento, donde nos sirvieron su "Terrina de queso de cabra", y que era una especie de mousse de queso que no destacó por su sabor respecto a la competencia, lástima porque se veía una tapa trabajada.

 En el siguiente alto de nuestro camino se unió un nuevo miembro a nuestro grupo, que soportando la lluvia que caía en esos momentos, llegó hasta el Venus en la calle Avinyó, para deleitarse con su "Minikebabde pollo", que convenció pese a su aparente sencillez por la buena conjunción que alcanzaron el pollo marinado, el hummus y la crema de yogur que lo componían, junto a los habituales vegetales para aportar humedad. Otro sitio donde nos sentimos excelentemente atendidos por su personal.

 Cruzamos las Ramblas para ir al Raval, y por problemas de horario decidimos empezar por el más lejano, el Sésamo, casi ya en la ronda, y del que esperábamos mucho porque en las ediciones anteriores nos había causado muy buena impresión. No nos defraudaron para nada sus "Gnocchis caseros", rellenos de queso gorgonzola y acompañados por una magnífica salsa de remolacha y parmesano. Demostraron que siguen en una línea fantástica y se aposentan con fuerza en el (o al menos, mi) podio histórico del certamen.


 Otros que estarían en mi podio particular serían sus vecinos del Barraval, aunque seguramente no por la tapa de esta edición, una "Tortilla de calçots con bacalao y romesco con escarola rizada", más que un nombre la enumeración de los ingredientes encajados sobre una rebanada de pan, en una combinación de dos clásicos de la cocina catalana unidos por el romesco, el xató y los calçots. Me pareció poco más que correcta,  lo que para ellos supone bajar un poco el nivel de años anteriores.

 A esas horas la lluvia empezaba a caer en serio, y no apetecía demasiado seguir callejeando en busca de bares, y así llegamos a una esquina de la plaza Castilla donde nos encontramos un bar que ofertaba, "fuera de concurso", una caña y una empanada tipo argentino por 2,50€, un pelín más que el precio oficial, pero que nos sentaron muy bien. Tenían de varios tipos y probamos las de queso, carne y chorizo, muy buenas todas aunque me olvidé de hacerles foto. Un sitio a tener en cuenta para tomar algo si volvemos por la zona.
 Al final llegamos a nuestro destino final por ese día, el Cafetarium, donde tenían expuestas en unas vitrinas las tapas ya preparadas del concurso junto a otras igual de apetecibles, y tuvieron la gentileza de dejarnos elegir los especimenes que más nos gustasen de su "Secreto nórdico", una tartaleta de fina masa rellena con mousse de queso, salmón y piña, y coronada por un langostino y caviar. Salvando la lógica dificultad para comerla, ya que tras el primer bocado a la tartaleta su relleno tendía a desparramarse, fue una de las tapas que más nos gustaron en general, tal vez ayudada por la falta de expectativas.

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 El domingo 24 antes de comer, decidimos ir a hacer el aperitivo a base de tapas de la ruta, y empezamos por el Casino de Barcelona, donde tras pasar por el engorroso trámite de "acreditarse" nos encontramos con una de las mejores tapas de este año, un canelón de marisco con queso ahumado, crujiente de parmesano y cristales de trufa que ampulosamente les dio por llamar "Póker de sensaciones". Una excelente tapa de restaurante en el que, por lo farragoso de la entrada y porque el servicio estaba a lo suyo más que a lo nuestro, costará que nos vuelvan a ver. Claro que a ellos supongo que no les causará una gran decepción, porque lo que les interesa es que vayas a jugar y no a tomarte algo.
  (Todas las fotos a partir de la anterior están tomadas con el móvil.)

 Al lado está el Barnabier, un habitual del concurso que este año ofrecía un "Rollito crujiente con verduritas de temporada", una especie de rollito de primavera regado con una salsa que llamaban Chili Soup, que no conocía y que me pareció lo mejor del conjunto, lo que no le hace un gran servicio, ya que es como decir que el mejor de tu equipo de fútbol ha sido el portero.

 Saltamos hasta el centro de la ciudad para acabar nuestro particular vermut con la propuesta del Happy, a la que habían llamado iHappy, no sé si intentando aprovechar la apertura de la cercana AppleStore, porque en realidad consistía en una base triangular de pan tipo coca con queso fresco, cebolla, tomate, espárragos y sésamo tostado. No estuvo mal aunque resultó algo deslavazado a la hora de comerlo.

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 Estuvimos tranquilos toda la semana, pero aprovechando que subíamos a Gracia para ver algunos actos de Sant Medir, no nos pudimos resistir a hacer alguna tapilla más. La primera fue en el Via Fora - CAT, en el Centre Artesà Tradicionàrius, donde tomamos su "Tapa ses illes", una tostadita con sobrasada, queso mahón y un toque de miel, muy bien conjuntada. Nos olvidamos de hacerle foto, aunque os la podéis imaginar puesto que no era nada nuevo.
 De camino a la plaza del Sol paramos en el Bar Kopes, donde en un ambiente muy oscuro probamos lo que les había dado por llamar "Spanish festival", una rebanada de pan tostada con picadillo de chorizo, huevo de codorniz frito (o más bien a la plancha) y patata frita, una combinación clásica y que funciona a la perfección.

 En la misma plaza está el Joali, donde servían una versión de otra tapa clásica, el "Calamar a feira", servido en formato montadito y profusamente aliñado con aceite y pimentón. Bien sin entusiasmar.

 Al final probé 27 de las 66 tapas presentadas al concurso, que me parece que no está nada mal, y de las que, dejando aparte la parmentier de L'Òstia, el atún de La Taverna del Bisbe y los canalones del Casino de Barcelona, que jugaban en una liga diferente, destacaría las patatas al cabrales del Llamber, el milhojas del Set de gòtic, los gnocchis del Sésamo y la tartaleta del Cafetarium. Tengo la impresión general que el nivel medio ha subido de manera importante desde la última edición, en la que quedé bastante decepcionado, y además me alegra que haya crecido también notablemente el número de locales que se adhieren a la campaña, porque otros años daba algo de penilla que hubiera poco más de 40 bares en toda Barcelona que presentaran sus propuestas. ¡Seguiremos acudiendo a las nuevas ediciones si conseguimos enterarnos con algo de tiempo!

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